Además de la emisión de metano (un gas 80 veces más potente que el dióxido de carbono) y el aumento del nivel del mar derivados del deshielo, la crisis climática está afectando el comportamiento de las especies que habitan en la Antártida.
Una semana después de que un pingüino de la Antártida apareciera en Nueva Zelanda a más de 3600 kilómetros de su hogar, un nuevo estudio realizado por la Universidad de Virginia Tech describió cómo dos especies de peces antárticos están respondiendo al estrés térmico derivado de la crisis climática en el Océano Austral.
Los peces son esenciales para las redes tróficas de unas 9,000 especies que habitan en el Océano Antártico. De ahí que su disponibilidad sea vital para el equilibrio de los ecosistemas más australes del planeta.
El equipo analizó dos especies distintas, ambas habitantes del Océano Antártico: Notothenia coriiceps conocido popularmente como “bacalao antártico” y Chaenocephalus aceratus, llamado “pez de sangre blanca” o pez-hielo, debido a que se trata de uno de los pocos vertebrados que carecen de hemoglobina, de modo que en lugar de transportar oxígeno a través de la sangre, el oxígeno se disuelve directamente en el plasma sanguíneo.
El equipo introdujo cinco individuos de cada especie en un laboratorio acuático que recreó las condiciones de circulación de las corrientes de su hábitat natural con agua traída directamente del Océano Austral. Una vez que los peces se aclimataron, la temperatura del agua comenzó a aumentar de -1.8º C a 13 ºC, a un ritmo de 3 ºC por hora.
Conforme el agua se hacía más cálida, los Chaenocephalus aceratus abanicaban sus aletas pectorales, mientras que los Notothenia coriiceps realizaban maniobras más completas como giros, extensión de sus aletas pectorales y episodios alternados de movimiento y descanso.
«Los peces antárticos compensan las crecientes demandas metabólicas mejorando su respiración a través de respuestas locomotoras y específicas de cada especie, demostrando resistencia al cambio ambiental y posiblemente al cambio climático», explica Michel Friedlander al frente del estudio.
A pesar de que el estudio aporta evidencias sobre la capacidad de adaptación de los peces antárticos, aún no se sabe cómo el aumento de un grado centígrado (previsto para 2050) en el Océano Austral podría afectar sus hábitos de depredación, disposición de alimento y fecundidad y por lo tanto, alterar el equilibrio de todo el ecosistema.
“El calentamiento global es un desafío multifacético para los peces, incluido el aumento de la temperatura de su sistema nervioso central y los tejidos clave como sus músculos esqueléticos y cardíacos, pero también significa una menor disponibilidad de oxígeno disuelto en el agua que pasa a través de las branquias durante la respiración”, explica un comunicado.
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