Ubicado en Brooklyn, el barrio vive al ritmo de la bicicleta y resiste el consumo masivo.
Brooklyn es visita obligada en el viaje a Nueva York, pero el famoso puente homónimo de tensores de hierro, fotografiado hasta el cansancio, no es la única vía de acceso.
El Williamsburg bridge, que une el Lower East desde la calle Delancey con el suburbio, se puede cruzar caminando o en bicicleta. Además de apreciar el skyline de Manhattan, el puente tiene sus propios atractivos: arcos pintados de rosa con incrustaciones artísticas y grafitis en el cemento.
Tierra firme ya es Williamsburg o Billisburg para los amigos, un barrio que parece escenografía con un cuidadoso casting de extras que participan de la misma película. Todos se desplazan sin motores, ya sea en bicicleta, patines o patinetas y parecen vestidos por la misma vestuarista: cabello suelto, barba, bigote, y ropa casual.
El puente termina cerca de la avenida principal, Bedford. Allí y en las paralelas, Wythe y Driggs, se suceden bares de jugos, restaurantes que anuncian en la vereda que no usan freezer, barberías con apenas dos sillas, galerías de arte en un garage, verdulerías con productos orgánicos, librerías de usados y disquerías de vinilos, todos de dimensiones pequeñas y puesta discreta.
Por todas partes se apoyan unas contra otras decenas de bicicletas sencillas, sin cambios ni accesorios, que no están aseguradas con cadenas ni candados. Así late el corazón de una cultura joven y urbana que surgió precisamente en estas calles y se expande por todo el globo, la cultura hipster.
Un bastión de resistencia contra el consumo masivo puede verse los domingos sobre la explanada junto al río, entre las calles 6 y 7 Norte, en un gran mercado de pulgas donde venden y compran ropa, discos, libros, objetos y comida orgánica. Su afición por las cosas viejas va más allá de la estética, es un modo de decir que no todo tiene fecha de vencimiento y algunas cosas perduran.
En Williamsburg se cultiva también el estilo DIY (do it yourself), por eso Christopher Brosius encontró aquí su lugar en el mundo y abrió su negocio CB I hate perfums, donde diseña fragancias tan extravagantes como Tierra o Nieve, o en el negocio Hollander & Lexer, donde se diseñan peines a mano y tijeras de barbero en homenaje a las generaciones pasadas.
Al cruzar el río el ritmo se acelera y se vuelve febril, pero Williamsburg lo ignora y sigue enviando su mensaje al mundo: menos es más.
DÓNDE COMER: Ella Café – Bedford Av. 177 (ellacafe.com), Isa – Wythe Av. 348.
DÓNDE DORMIR: Wythe Hotel – Wythe Av. 80 (reynardsnyc.com).