Esta ciudad ha dejado la mala fama atrás y se ha convertido en un centro urbano muy atractivo para el turismo.
Para poder llegar a Medellín, tuvimos que cruzar las amplias praderas ganaderas que separan el Caribe de las montañas, parando para pasar la noche en una ciudad de curioso nombre: Planeta Rica.
Al día siguiente continuamos hacia el sur, iniciando el acenso por la parte norte de la Cordillera de los Andes. Ahí pasamos gran frío, pues nos encontrábamos en altitudes por arriba de los 3,000 metros sobre el nivel del mar. De ahí llegamos al Valle de Aburrá, donde avistamos la ciudad de Medellin y nos instalamos en la zona de El Poblado -que al parecer es la más de moda en este momento-.
Durante estos días llegamos a la conclusión que Medellín ha dejado atrás la mala fama que le dieron los carteles de la droga en los 90’s y se ha convertido en un centro urbano moderno muy atractivo para el turismo. El centro de la ciudad es algo caótico, sin embargo, el Parque Botero lleno de esculturas del artista es muy agradable y se encuentra rodeado de una excelente colección de arte moderno que permanece por ahora en el Museo de Antioquia. También está la plaza Bolivar, el palacio de cultura y el metrocable, un funicular que da excelentes vistas de la ciudad y lleva a un parque nacional boscoso encima de la ciudad.
Para coronar la Capital de la Montaña, tampoco se puede ignorar la excelente vida nocturna que tiene, llevada a otro nivel por las mujeres colombianas que confirman con creces los rumores sobre su belleza.