Enclavado en el noroeste de los Pirineos catalanes, este valle, hoy Patrimonio de la Humanidad, es un viaje al pasado.
El primer tramo al pasado medieval de Cataluña transcurre, curiosamente, en modernas autopistas. El primer aviso es el encuentro con el pantano de Sopeira y una gran presa. Aquí, el camino atraviesa la región de Huesca, fuera de Cataluña. Al llegar al poblado de El Pont de la Suert, entonces sí se está en tierras catalanas y a pocos kilómetros de entrar propiamente al valle. La carretera principal que llega hasta aquí es la N-230, aunque unos escasos kilómetros después del poblado de El Pont de la Suert, hay que desviarse por la L-500, un camino más pequeño.
Inmersión románica
Barruera es el primer poblado grande, si vale decir que algún pueblo de por aquí puede ostentar ese adjetivo, ya que ninguno excede las ocho calles de largo. Aquí, el visitante puede encontrar casas rurales para alquilar por días o semanas, y tiendas para abastecerse de comida o de buenos equipos para esquiar o, por lo menos, ropa para soportar un clima que en invierno pocas veces rebasa los cinco grados. En Barruera también está una de las iglesias románicas de esta ruta, casi a pie de la carretera, junto al río que atraviesa todo el valle. Es la iglesia de Sant Feliu, del siglo XII. Este punto es buen momento para dejar el coche y caminar río abajo hasta llegar a una pequeña presa. Una vez ahí, en lo alto de la montaña se podrá observar un pueblo diminuto agarrándose en plena inclinación del terreno. Es Cardet, un sitio que funcionó por mucho tiempo, durante la Edad Media, como punto de control de acceso al valle. Incluso llegó a tener una fortaleza defensiva, aunque hoy día hay una serie de casas que sólo causan envidia a cualquier habitante de ciudad y pequeños alojamientos rurales con todas las comodidades para citadinos. Hay una pequeña iglesia dedicada a la Virgen María, construida también en el siglo XII, aunque no es muy atractiva, quizá porque las vistas que se tienen desde ella, hacia todo el valle, le quitan cualquier atención.
Desde Barruera hay dos opciones: subir un camino donde las curvas únicamente dejan pasar un coche por sentido a la vez, hasta llegar a uno de los pueblos más auténticos de la zona, o seguir la L-500 hacía Erill La Vall y el resto del valle, no menos interesante. Aunque las distancias son tan cortas que sería prudente visitar ambas propuestas.
La primera opción lleva a Durro, en plena montaña de los Cats. Los cinco kilómetros de curvas y con vistas al valle desembocan en un pueblo precioso que guarda muy bien el aroma medieval. A los alrededores hay otro ejemplo de la arquitectura románica: la iglesia de la Nativitat de Deu. La construcción también es del siglo XII y un ejemplo importante del románico: sólidos edificios de delicadas proporciones y campanarios muy altos a los que se pueden acceder en casi todas las iglesias. De hecho, el campanario de esta iglesia es una de las que mejores vistas al pueblo y al valle.
Lo siguiente se puede realizar en auto, no recomendable en invierno ya que la nieve complica la travesía. Lo mejor es nuevamente caminar (no más de 20 minutos), hasta llegar a la ermita de Sant Quirc, un edificio sencillo donde las vistas son, una vez más, las protagonistas. Barruera al fondo del valle, y detrás unas montañas que cada época del año se presentan distintas, lo que complica la decisión de cuándo visitar la región ya que, visualmente, todas son muy atractivas.
El camino hacia Erill la Vall, no más de tres kilómetros desde Barruera, se inmiscuye aún más en el valle y lo acerca a uno al Pirineo más profundo. Una antigua plaza medieval da la introducción a la atmósfera que el poblado mantiene. En el centro está lo que se considera una de las joyas de la arquitectura románica de la región. Es la iglesia de Santa Eulalia, del siglo XI. El campanario es muy alto (23 metros) así que disfrutar de las vistas tiene su precio, a través de unas escaleras hechas para organizarse bien con la condición física y el manejo del cuerpo, porque además de la altura, son estrechas. El interior de la iglesia contaba con uno de los mejores grupos de esculturas, se trataba del Devallament, siete esculturas hechas con madera de álamo que escenifican el descendimiento de Cristo. Los originales están en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, en Barcelona, y en el Museo Episcopal de Vic, también en Cataluña, aunque existen unas réplicas perfectas en la iglesia. A un lado de este edificio, se encuentra el Centro de Interpretación del Románico, un espacio muy bueno para saber que uno sabe menos aún de lo que pensaba sobre este tipo de arte.
Destino: naturaleza
Antes de escapar a caminar por los Pirineos en sus innumerables rutas, se pueden conocer dos poblados más del valle: Boí y Taüll. El primero cuenta con la iglesia de Sant Joan, del siglo XI. El interior guarda frescos de la época, aunque los originales se encuentran también en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona), donde están bien protegidos de los saqueos que han sufrido en otras épocas. Taüll tiene actualmente dos iglesias (llegó a tener cuatro) además de una serie de callejuelas que llenan de paz cualquier caminata que se realice, a través de sus casas de piedra y techos de pizarra. Una de las iglesias se puede observar desde la carretera, Sant Climent de Taüll, del siglo XII, y la otra, Santa María de Taüll, está en pleno centro del pueblo. La primera está restaurada y más preparada para recibir turismo y la segunda guarda el sabor a uso diario.
Después hay tres opciones para vivir los Pirineos en su forma más natural. Desde Boí se puede contratar un taxi todoterreno (se encuentran junto a la iglesia) para visitar el Parque Nacional de Aigüestortes. Es la única forma de entrar en auto y la más práctica, ya que con ellos se accede al corazón del parque y desde ahí se pueden tomar diversas rutas para caminar y conocer alguno de tantos lagos que hay por ahí, además de los típicos paisajes de montaña. La segunda opción es, desde Erill la Vall, continuar por la carretera L-500 hasta Caldes de Boí (un templo dedicado para el cuerpo con manantiales aprovechados ya desde los romanos), y después hacer excursiones a pleno bosque en el mismo Parque Nacional de Aigüestortes. Y la más activa de todas, sólo en caso de ser invierno, es continuar montaña arriba desde Taüll hasta las pistas de esquí en la estación invernal de Boí-Taüll. Recorrer este valle es conocer una Europa distinta.