El corazón de la Sierra Nevada, montañas venezolanas.
Cuando el auto se puso en marcha, mi papa juntó las manos y rezó. Sólo entonces caí en cuenta de que esto, más que un viaje era una aventura mayúscula.
Un pueblito aislado en el corazón del Parque Nacional Sierra Nevada, en Venezuela. Este viaje a las montañas profundas de Los Andes era la forma que decidimos despedirnos de este país.
Aquella mañana salimos de Mérida con dirección sureste, donde comienza la larga Cordillera Andina que se prolonga desde las latitudes, al norte de Venezuela, hasta las lejanas cumbres de Argentina. Para hacer más llevadera la ruta, decidimos parar en tres miradores.
El primero fue San Rafael de Chama, donde se aprecia la apacible Mérida, tendida sobre una meseta a orillas del río Chaman. El segundo fue el Mirador El Morro, con una vista sobre un pueblo homónimo fundado en la ladera de unas montañas monumentales. Dos horas más tarde paramos en Mosnandá, pequeña aldea de cuatro casas y una posada sin nombre.
En los nevados habitan unas dos mil personas. Consta de El Centro, caserío al que arribamos, y otras 10 aldeas dispersadas como perdigonadas en la anchura de la sierra.
Hospedados en la Posada Guamanchi, admirábamos desde nuestra habitación el contorno de la montaña extendida del otro lado del valle: era como un lomo colosal de un dinosaurio amaestrado, del que brotaban las paredes rocosas del Pico San Pedro, para decorar como una diadema de tres mil metros las postales del poblado.
Para saber más sobre esta increíble Sierra Nevada, consulta la revista National Geographic Traveler de noviembre.