Un viaje terrestre a Minsk, la capital soviética, se antoja; cuando menos como una riquísima experiencia cultural.
Para realizar un viaje a Minsk, lo primero es considerar que Bielorrusia no hace parte de la Comunidad Europea, de modo que tu pasaporte será requerido en la frontera, y en la mayoría de los casos se exige incluso una visa de turista. Antes de partir, lo mejor es verificar en la embajada respectiva el estatus solicitado según la nacionalidad.
Una vez que se haya cruzado, el primer cambio importante que percibirás será el idioma. Mientras en casi toda Europa es fácil comunicarse en inglés, acá sólo se habla bielorruso y ruso, que para el común visitante da lo mismo.
De allí en adelante se atraviesan verdes pastizales interrumpidos a cada tanto por casitas de bloques y algún ganado. También emergen no pocas estaciones escuetas, de largos andenes sin techo, donde aguardan pasajeros solitarios, pero ninguno con el estereotipo del turista.
Ya en Minsk, la bienvenida frente a la estación de trenes la dan dos edificios gemelos, pequeños y de eminente estilo soviético: Las Puertas de la Ciudad. Acá no abundan los edificios antiguos como en la vieja y clásica Europa; los conjuntos residenciales son largos complejos de dos cuadras, y las torres de oficinas son elevadas construcciones de más de 15 pisos.
Minsk posee una ancha avenida que cruza casi toda la ciudad, la Nezavisimosti, cuyos principales atractivos yacen entre la calle Lenin y la Plaza de la Victoria, donde se erige un obelisco de granito ?de 38 metros? para enaltecer a los soldados de la armada soviética.
En la Plaza Oktyabrskaya, a mitad de la mencionada avenida, se ubica el sobrio y elegante Palacio de la República además de otro recinto icónico: el Museo de Historia de la Gran Guerra Patriótica. En tanto, el Memorial Judío, localizado en la esquina de las calles Melnikaite y Zaslavskaya, es espeluznante: una hilera de hombres, mujeres y niños de bronce hacen fila sobre una escarpada, es como si esperaran su turno para caer a una fosa común. En ese mismo lugar, en 1942, fueron asesinados casi cinco mil judíos.
Un poco más lejos, en la Isla de las Lágrimas sobre el río Svisloch (el acceso es por la calle Starovilenskaya), se recuerda a los soldados que jamás retornaron de Afganistán, y si seguimos el curso de las aguas llegaremos al Parque Yanka Kupala, nombrado en reconocimiento a este célebre escritor bielorruso, donde se encuentra el Museo Literario y una monumental escultura de 10 metros de alto en su honor.
Finalmente, quienes gustan de hacer compras no hallarán en Minsk ni una calle de tiendas. Si apenas sobrevive el Stolitsa, un modesto mall ubicado bajo la Plaza de la Independencia, donde convive un puñado de locales con una joyería y un carrito de helados. Boutiques de lujo no hay, tal parece que yacen todas en el mundo vecino de Polonia.
VISITA: la Biblioteca Nacional (avenida Nezavisimosti 116) y el Parque Simón Bolívar (calle Pervomaiskaya con Zakharov), en homenaje a uno de los grandes próceres de América Latina.
HOSPÉDATE EN: el Hotel Yubileinaya (yubilyar.com) en el centro, y el Crowne Plaza (cpminsk.com), de categoría cinco estrellas.