Normalmente los clientes del Pet Café de Hanoi entran al local con miedo.
Escarabajos fritos, serpientes especiadas… en la oferta culinaria de Vietnam es habitual encontrar este tipo de platos exóticos. Pero los animales del «Pet Café», en Hanoi, no son para comer. Desde afuera, esta cafetería pasaría casi desapercibida si no fuera por la enorme iguana que observa aburrida a través del ventanal.
Las paredes del «Pet Café» están cubiertas de terrarios en los que viven lagartos, serpientes, una tarántula o un erizo: en total 30 animales que pueden verse y tocarse. El casa del dueño, Nguyen Minh Nghia, hay otros diez.
Los clientes pueden sentarse en pequeñas mesas de bambú, pedir una bebida y entretenerse con los animales. «Cuando los clientes entran en el local, normalmente tienen miedo», reconoce Nghia.
Su objetivo es que la gente se sienta cómoda con los animales, sobre todo con los reptiles, y supere así su miedo.
Las estudiantes de economía Pham Thu Phuong y Ngoc Hoang Bich están sentadas junto al terrario de una inmensa pitón. «Un amigo subió a Facebook una fotografía que se hizo aquí con un par de serpientes, así que queríamos echar un vistazo», explica Phuong. «No hay ninguna otra cafetería así en Hanoi».
Aun así, miran con recelo a las serpientes y prefieren esperar a que lleguen un par de amigos antes de acercarse a ella para inmortalizar el momento. «La araña no la voy a tocar, son repugnantes», asegura Bich.
Las serpientes y otros reptiles no son muy apreciados como animales domésticos en Vietnam. Por el contrario, con ellos suelen elaborarse bebidas alcohólicas a las que se atribuyen efectos medicinales y que también se venden como souvenir. Además, las serpientes se cocinan y se sirven como delicatessen.
«Yo les pido a mis amigos que no coman serpientes ni beban vino de serpientes», explica Nghia, que antes trabajaba como agente bursátil. «Espero que dejen de hacerlo cuando vean lo agradables que son».
La idea de montar una cafetería así se la dieron sus amigos. Ya de niño, a Nghia le entusiasmaban los reptiles y su padre le compró un dragón de agua chino. «Pero murió a los tres años porque no sabía como cuidarle bien», lamenta. Por eso después se dedicó a aprender como tratar a las especies exóticas a través de Internet.
Hace ocho años, Nghia empezó a reunir animales para su negocio. Todos los ejemplares los compró de forma legal, algunos procedentes del mismo Vietnam y otros de Tailandia. También compró crías de la selva y en un mercado de reptiles adquirió la iguana, que ahora mide de 1.7 metros de largo. Cuando se hizo con ellas «era tan grande como mi pulgar», recuerda Nghia, quien personalmente crió a todos sus animales. «Por eso este entorno es tan seguro», afirma.
Como ejemplo se pone en la mano a la tarántula. Y también en la pared luce una foto de su hija jugando con una pitón.
Mantener un establecimiento como el «Pet Café» es caro. Nghia compra ratones vivos y langostas para alimentar a sus animales. Además, los reptiles necesitan un tipo de lámparas de rayos ultravioleta que tiene que importar. El animal que más cuidados requiere es el camaleón, que necesita todo el año una temperatura constante de 25 grados centígrados, y en Hanoi en invierno hace frío.
El mantenimiento cuesta 345 dólares al mes y desde su apertura, en 2010, el café no ha dado beneficios. «Salgo al paso con otro par de ingresos por alquiler», explica Nghia, para quien los beneficios no son tan importantes. «Tener una mascota es un hobby agradable», asegura. «Es mucho mejor que lo que hace otra gente en su tiempo libre, como por ejemplo, beber cervezas».