Toma un avión, renta un auto y maneja en medio de cráteres, cactos y dunas. Caminar por el desierto para contemplar cómo las estrellas se funden en el horizonte con las espinas de los cactos y escuchar el ulular de los tecolotes que parecen conversar con la luna.
Caminar por la boca de cráteres multicolor, sumergirse entre dunas multiformes móviles o entre una infinidad de cactáceas de todos tamaños o simplemente manejar en medio del desierto por caminos señalizados, son algunas de las aventuras posibles en la Reserva de la Biosfera del Pinacate y el Gran desierto de Altar, que por su similitud paisajística con la luna, fue utilizada para pruebas de campo por la Nasa hace algunos años.
Al cruzar la caseta de registro, desaparece la imagen ancestral del desierto como un lugar inhóspito, duro y espinoso desaparece, pues esta área natural protegida presenta un circuito para automóviles señalizado y bien trazado.
El recorrido es memorable desde su inicio por la presencia a ambos lados del camino de los sahuaros, robustos cactos columnares (que pueden alcanzar 15 metros de altura) que vigilan todo el territorio desde las alturas. La diversidad es patente. A los pocos kilómetros de iniciado el recorrido, el camino de arena blanca se transforma en uno de ceniza negra, que contrasta con las choyas güeras (cactáceas pequeñas de espinas blancas) que parecen brillar con luz propia.
El paisaje de esta área natural protegida hace pensar que ha sido ordenado por un museógrafo, cualquiera de sus elementos es digno de ser fotografiado. Uno de los atractivos principales es el enorme cráter: El Elegante, cuyo diámetro mide más de un kilómetro y medio y cuya profundidad es superior a los 200 metros.
La mejor hora para caminar por la orilla del cráter El Elegante, es al atardecer, de un lado se contempla al astro solar ocultarse, mientras que del otro, emerge la luna en el horizonte, dando al desierto una sensación de movimiento.
A lo largo del recorrido por la boca de El Elegante hay señalamientos que brindan información de estas formaciones geológicas, de las cactáceas y de los pápagos, los locales que consideran que este es el sitio exacto de su génesis.
Para dormir está el campamento el Tecolote. Igual de sorprendente que el atardecer es el comienzo del día, pues el sol parece despertar con su luz a las choyas, gobernadoras, sahuaros, sinitas y palos verdes sembrados en el área; de forma similar, los cráteres también parecen volver a la vida, principalmente el Cerro Colorado, el cual al tener la forma de una gran verruga roja contrasta con el horizonte multicolor.
Cada cráter es una experiencia y una formación distinta, algunos de los más famosos son el Celaya, el Mac Dougal y el Molina o Trébol, donde se realizó el entrenamiento de los aeronautas de la Nasa. Al final de la reserva hay una enorme extensión de dunas de tierra amarilla; desde que se cruza la primera cresta el mundo parece desaparecer por completo y sólo existe la arena; sin embargo, al momento en el que se asciende la pendiente de una de ellas, las restantes parecen ser nuevas, debido al viento que se encuentra en perpetuo cambio.
Paseo por los cactus
Esta reserva protegida se encuentra al norte del estado de Sonora. El aeropuerto más cercano es el de Mexicali. Todas las grandes compañías de renta de autos tienen una sucursal en esta ciudad. El acceso a la Reserva se encuentra en el kilómetro 52 de la carretera Sonoyta-Puerto Peñasco. La mejor opción para adentrarse es un jeep o una pick up; sin embargo, se puede entrar en un automóvil compacto a la mayoría de los cráteres. Es indispensable llenar el tanque de gasolina antes de llegar a la zona, llevar toda el agua posible, algo con que cubrirse del sol, bloqueador y comida, pues en las cercanías del lugar no hay ninguna tienda. También es indispensable registrarse en la caseta que está a la entrada de la estación.