Antes del alba, diversos barcos de colores se hacen a la mar para arrojar sus trampas.
Lennart Johansson tensa la cuerda sobre un cable y comienza a girar. Metro tras metro. Nada ocurre. Lo único que sale a la superficie es el cable mojado. Finalmente, cuando han subido a bordo más de 15 metros del cable, aparece una cesta de metal. Sin embargo, entre las varillas solo están atrapadas dos estrellas marinas. Johansson llena la cesta con salmón salado, que sirve de cebo y debe alejar a los cangrejos, a los que no les gusta la sal en absoluto. Lentamente, la trampa de metal vuelve a bajar hacia el fondo marino. Sin decir nada, Johansson enciende el motor.
El pescador y su barco abandonan el islote de Styrsö y se adentran en el mar para subir las jaulas para capturar langostas. En septiembre comienza todos los años en la costa oeste de Suecia la temporada de pesca del codiciado crustáceo. Lo que muchos no saben es que se trata de una actividad de gran importancia, similar a la de alces.
En septiembre «hay frente a la costa con sus islotes una enorme cantidad de barcos de todos los colores que ya antes del alba se hacen a la mar para bajar las trampas para langostas», dice Emelie Persson. Esta mujer sueca participa cada año en esta gran fiesta popular. Ella acompaña la excursión como intérprete, porque el pescador no habla ni una palabra de alemán ni de inglés. «No solo los turistas extranjeros reservan un safari de langostas para disfrutar del paisaje desde un barco y tener una experiencia fantástica, sino que también los suecos lo hacemos», dice Emelie. «Todos ansiamos la llegada del final del verano. Mi padre también tiene un barco y nos lleva consigo al mar».
¿Y qué tiene de especial la langosta del oeste de Suecia? Emelie lo explica: esta langosta saca provecho de la alta calidad del agua de mar fría, muy rica en sustancias nutritivas. Las poblaciones de langostas se mantienen estables gracias a los métodos de pesca compatibles con el medio ambiente. Estas langostas se distinguen por el color negro y su sabor fresco y salado. «Mucha gente dice que son las mejores langostas del mundo. Es lo que creemos los suecos», relata Emelie. «Incluso hay gente de Estocolmo que piensa lo mismo, cuando generalmente allí consideran mejores las langostas de su costa del este».
A la codiciada langosta le gusta esconderse en el agua fría entre los islotes a una profundidad de 20 metros, preferiblemente entre rocas. Los animales duermen durante la noche. En las primeras tres jaulas para langostas que Lennart Johansson recoge con un cable tras un viaje de 20 minutos hay cangrejos, estrellas marinas y una gran cantidad de mejillones. El pescador profesional mete cebo de pescado fresco en una red de malla gruesa, la fija dentro de la jaula vaciada y la vuelve a echar al agua. Una boya marca el lugar donde está asentada y al mismo tiempo identifica con su nombre al dueño. Dentro de un par de días habrá un nuevo control en la zona.
En las aguas frente a las costas de la región de Bohuslän, en el oeste de Suecia, Johansson ha bajado al fondo rocoso, hasta una profundidad de entre 10 y 40 metros, 14 trampas para langostas. Es la cantidad máxima que cada sueco puede usar para fines privados. Cada uno puede echar al mar sus trampas a partir de finales de septiembre hasta la primavera. Para este pescador, que ya tiene 72 años y está jubilado, es suficiente. «Algunas langostas las vendo a gente de la zona y con el resto me quedo yo», dice Johansson. «La primera langosta de la temporada es un poema. Después de cierto tiempo estoy harto de ver langostas».
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El pescador vuelve a callarse. Johansson es un hombre de pocas palabras, introvertido. La vida en el mar lo convirtió en una persona tranquila. ¿O siempre había sido así y él y el mar se sintieron desde el comienzo almas gemelas? Sea como sea, cuesta sacarle las palabras de su boca, como cuesta sacar a la superficie las pesadas jaulas que yacen en el fondo marino. Una de sus boyas sale a la vista dando saltos sobre el agua. El pescador frena el barco y, sin decir nada, hace señas para que los turistas se acerquen y les echen una mano: con una cuerda y tirando fuertemente tienen que sacar la trampa para langostas del agua. Johansson abre la cesta. Esta vez tiene suerte. Hay dos animales atrapados en la red. No se mueven, parecen estar paralizados, como si ya supiesen cuál va a ser su destino.
Su cuota normal es de cuatro langostas por viaje, dice Lennart Johansson. Todo lo puede consultar, semana tras semana, porque lleva un diario de trampas, que enseña con orgullo. Línea por línea ha documentado las especies pescadas y las fechas de su captura. Después de dos horas hemos capturado tres langostas. Es suficiente por hoy. Todo el mundo aguarda con ilusión el momento de tomar el té caliente que les espera bajo cubierta. Y el manjar de langosta por la noche, porque además de permitirles a los turistas que se enteren de la tradición de la pesca de la langosta, el tour les ofrece después la oportunidad de degustar esta delicia. Las tres langostas van a parar por la noche a la cazuela de Ylva Sjöberg y Ola Tulldahl, los dueños de la pensión «Styrsö Skäret» en Styrsö, una isla libre de tráfico.
Durante la cena, Ola Tulldahl explica a sus huéspedes que cuando la langosta se cuece en agua hirviendo, se rompe un complejo proteínico y se libera un pigmento colorante, lo que hace que estos animales, que en realidad tienen un color negro azulado, tengan un color rosa en el plato. ¿Y la preparación? «No usamos hierbas, solo sal. Cogemos el animal tal como salió del mar, fresco, y lo hervimos durante seis minutos. Si a usted le gusta, puede rociarlo con zumo de limón fresco.
El sabor es único. Solo falta una cerveza para acompañar la degustación. ¡Y la hay! La cerveza especial para langostas no se elabora en la isla, sino que se puede conseguir en algunas tiendas especiales en la ciudad de Grebbestad, en la costa, y en la propia fábrica de cerveza local, que solo elabora una cantidad limitada, unas 7,000 botellas por temporada.
Información básica
Varios hoteles situados a lo largo de toda la costa oeste, entre Gotemburgo y la frontera con Noruega, ofrecen viajes en cúteres pesqueros. También se organizan tours en la isla Smögen y en las islas Koster.