La famosa travesía hacia Santiago de Compostela es la mejor manera de conocer el norte de España.
Para entender la fascinación del «Camino a Santiago» he recorrido una ruta que atraviesa tres regiones de España: Euskadi, La Rioja y Galicia. En este peregrinar se caminan un promedio de 25 kilómetros diariamente, lo que invita a una meditación profunda mientras se descubren lugares fascinantes. Salí de Hondarribia, a la orilla del río Bidasoa que separa España de Francia, donde el Palacio del Emperador Carlos V, hoy Parador, domina los callejones del pueblo amurallado.
Después llegué a San Sebastián-Donostia, que abraza las playas de la Concha y de la Zurriola. Desde el Monte Igeldo se observa la bahía con la isla Santa Clara que bloquea la entrada y los restos del castillo de Santa Cruz de la Mota. Hospédate en el Hotel Astoria 7, céntrico para irte de pintxos por la parte antigua y el mercado de la Bretxa.
Prueba los pintxos preparados por Santiago River en La Viña. Visita la iglesia barroca de Santa María, la iglesia de San Vicente y la Plaza de la Constitución que servía de coso taurino. Otro punto interesante, además de la catedral gótica, es el moderno Palacio Kursaal diseñado por Rafael Moneo, que aloja el Festival de Cine.
Uno de los puntos espectaculares es la escultura de Chillida: El peine de los vientos. San Sebastián es la ciudad con más estrellas Michelin por metro cuadrado en el mundo.
Bilbao fue mi siguiente parada. Lo primero que vi fue el Museo Guggenheim y el Palacio de Congresos y de la Música, que adornan el paseo Abandoibarra. Los callejones de la parte antigua son una invitación para seguir a los peregrinos de antaño hasta la catedral con sus arcos góticos, el mercado, el teatro Arriaga y la Alhóndiga que albergan un espacio cultural diseñado por Philip Stark y el restaurante Yandiola. Bilbao es una ciudad que se ha lanzado hacia el futuro con edificios originales y extravagantes, conservando los rastros de su historia.
Después partí hacia Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja, con su catedral vigilada por su torre y su claustro-museo de arte sacro y sus casonas con escudos. Hospédate en el Hotel El Parador, antiguo hospital para peregrinos. Aquí los viñedos ofrecen un festín de colores. En Logroño, las Bodegas de Ontañón combinan el arte del vino con esculturas de Miguel Ángel Sáinz. Al pie del encantador pueblo de Briones está el Museo del Vino de Dinastía Vivanco. Las Bodegas del Marqués del Riscal quitan el aliento con su hotel diseñado por Frank Gehry.
En Casalarreina el Monasterio de la Piedad domina la escena con su portada de estilo plateresco, su retablo mayor y su claustro; así como en San Millán de la Cogolla lo hace el Monasterio de Yuso, que alberga el Salón de la Lengua, donde se conserva el Códice 60 que contiene las Glosas Emilianenses, primeras palabras escritas en castellano y euskera.
Esta biblioteca conserva, entre otros, los cantorales del siglo XVII. Alojado en la montaña que domina Yuso, Suso, una de las cuevas donde se retiraba San Millán para meditar, es una iglesia con arcos mozárabes donde recibieron sepultura sus restos mortales en 574.@@x@@En el Monasterio de Cañas contempla el retablo mayor, obra de Guillén de Holanda, famoso pintor de La Rioja del siglo XVI, y una intrigante virgen con el niño que surge del siglo XIV.
El antiguo refectorio muestra unas bellas obras de arte religioso y en la sala capilar destaca el refinado sepulcro gótico de Urraca Díaz de Haro, cuyo cuerpo se conserva intacto según la leyenda. Finalmente, en Nájera descubrí el Monasterio de Santa María la Real y la iglesia (siglo XVI) que parece una fortaleza.
La visita a estos lugares sagrados no está completa si no la combinas con la comida de la región. Te recomiendo los restaurantes Echaurren, en Ezcaray, para degustar la cocina de Marisa Sánchez y Francis Paniego; el Venta Moncalvillo, hogar de la cocina de Ignacio Echapresto y los consejos en vinos de su hermano Carlos.
Puede parecer demasiado, pero no lo es: haz una parada en el pueblo histórico de Haro y los callejones de Logroño, y prueba las tapas de la calle Laurel, conocida como «la senda de los elefantes». Ese apodo se explica porque todos los que entran, salen con trompa y a cuatro patas.
Y para terminar entra a la iglesia gótica de San Bartolomé del siglo XIII, la concatedral de Santa María la Redonda con su retablo del siglo XVII, su sillería del coro y la barroca Iglesia de Santiago. Para completar la travesía religiosa-arquitectónica detente en Burgos y contempla su catedral, antes de llegar a Astorga y Ponferrada.
Entré en Galicia por sus montañas en O Cebreiro, un encantador pueblo con casas de piedras y techos de pizarra. Algunas casas llamadas pallozas están construidas sobre antiguos castros celtas de forma ovalada y la iglesia prerrománica de Santa María la Real fue la sede del milagro que convirtió el pan y el vino en carne y sangre.
Sus piedras reflejan las sombras y pensamientos de los peregrinos, y la virgen románica de Santa María, que observó el milagro inclinando su cabeza, vigila los protagonistas del milagro, el cáliz, la patena y el relicario que guarda la carne y la sangre. Siguiendo los peregrinos a bicicleta o a pie alcancé el inmenso Monasterio Benedictino de Samos.
Con dos claustros y su iglesia monumental, es uno de los monasterios más antiguos de España. Una pequeña capilla prerrománica adorna el bosque junto al río atravesado por un puente de piedra.
En Portomarín visita la iglesia-fortaleza de San Nicolás, que desmontaron por temor a que se inundara y que hoy corona una colina junto al paso del Conde de la Maza. La iglesia románica de Vilar de Donas exhibe pinturas murales del siglo XIV y las lápidas de los Caballeros de Santiago recuerdan los rostros de antaño y el piso baja hacia el altar como un camino que desciende del cielo para recoger las almas puras.
Es una de las joyas de esta ruta, fundada en el siglo XII, cuando se instalaron los Caballeros de la Orden Militar de Santiago, destinados a proteger a los peregrinos.
El Castillo-fortaleza de Pambre escondido dentro de una barranca boscosa (siglo XIV), cerca de Palas de Rei es un regocijo a la vista, después dirígete a Melide para entrar a la capilla de San Roque. Nadie puede dejar de remojar los pies en el río que bordea el albergue de peregrinos de Ribadiso, frente al puente románico que ha visto pasar tantas sandalias.
Finalmente al entrar a Santiago de Compostela, por el Monte do Gozo, entre peregrinos opté por recorrer los callejones, observar cada iglesia, cada portada románica, cada fachada gótica o barroca, probando tapas en restaurantes de primera como el Broá, el Rúa Villar o el Casa Ana.
Al llegar a la Plaza del Obradoiro coronada por la catedral, abracé al Santo, acaricié el pilar que trae suerte y pasé por la Puerta Santa haciendo todos los ritos que exige la tradición. Luego deambulé por el Colexio de San Xerome, el Hostal de los Reyes Católicos, la Plaza de Platerías, la Casa del Deán, el Colegio de Fonseca, la Plaza de la Universidad, la iglesia y convento de San Agustín.
Con la imagen de la Cidade da Cultura de Galicia, del arquitecto Peter Eisenman, terminé mi camino a Santiago. Recorrí más de 800 kilómetros atravesando regiones hermosas, diferentes épocas y escenarios, caminando por el Sendero tras la ambición de acercarme a un santo. Euskadi, La Rioja y Galicia me habían dado el placer de la meditación y los ágapes.