El Estado de Río Grande Do Sul tiene más de 30 bodegas de vino que pueden recorrerse en dos ruedas
Los caminos serpentean entre viñedos y orillan bodegas centenarias en donde los toneles siempre desbordan de buen vino. Por esos senderos las bicicletas trepan y bajan laderas de sierras que en el invierno se cubren de brumas y en los veranos se pintan con los colores de las uvas maduras.
Al sur de Brasil, en el Estado de Río Grande Do Sul, está la mayor región vitivinícola de todo el país, una geografía a la que se conoce con el nombre de Sierra Gaúcha y en la que se producen cerca de 90 por ciento de los vinos brasileños.
Alentada por la creciente producción de sus principales bodegas, esta zona se ha transformado en un núcleo enoturístico en torno al que se ha creado, entre otras cosas, la Ruta del Vino, un entramado de caminos que no sólo permite recorrer viñedos sino disfrutar de hipnóticos paisajes de valles desmedidamente verdes y ríos siempre caudalosos.
Perderse por esos rumbos etílicos resulta inevitablemente encantador, en especial si la ruta se hace sobre una bicicleta, ajeno a las prisas y el tiempo, internándose por senderos entre parrales que son imposibles de transitar en autos.
Bautizada como la capital del vino de Brasil, la populosa Bento Gonçalves constituye el corazón irreemplazable de la región vitivinícola de Rio Grande Do Sul.
Montado sobre una de las principales vías de acceso a la ciudad, un tonel enorme de casi 18 metros de altura da la bienvenida a los visitantes como un símbolo inequívoco de lo que representa el vino para esta zona.
Ese singular monumento, que aparece invariablemente en todas las postales de Bento Gonçalves, abre las puertas a una ciudad de 150 mil habitantes la cual funciona como punto de partida de una ruta del vino que recorre una tierra donde resultan omnipresentes las huellas de la inmigración italiana llegada al sur de Brasil a finales del siglo XIX.
Fueron precisamente esos inmigrantes quienes trajeron a esta región la cultura del vino, ello debido a que encontraron aquí un clima semejante al de sus lugares de origen, que favorecía la instalación de viñedos.
Venidos esencialmente de la Lombardía y el Véneto, los italianos comenzaron a elaborar sus propios vinos a partir de parrales muy pequeños que estaban sostenidos con soportes de madera y se extendían en las cercanías de las casas, muchas veces abasteciendo apenas al consumo familiar.
Pese a que en el presente casi todos aquellos viñedos pequeños han ya desaparecido, el legado de esos tiempos puede verse hoy en ciertas extrañas variedades de uvas que se siguen produciendo y que los inmigrantes introdujeran a su llegada a Brasil, como la Lorena, la Borgoña, la Tercy, la Isabel o la Peverella.
A estos sabores, la actual vitivinicultura del sur brasileño le ha sumado varietales como el cabernet sauvignon, el merlot, el tannat o el syrah, que en todos los casos han alcanzado reconocimientos internacionales.
Datos útiles
Cómo llegar:
Porto Alegre, capital de Rio Grande Do Sul, recibe decenas de vuelos diarios de las principales ciudades de Sudamérica. Desde Porto Alegre, hay 115 kilómetros de excelentes carreteras hasta Bento Gonçalves.
Dónde alojarse:
Una buena opción en Bento Gonçalves es el Dall´Onder Grand Hotel.
Cicloturismo:
Aquellos que quieran hacer la ruta del vino de Rio Grande Do Sul en bicicleta pueden ponerse en contacto con Caminhos do Sertão, una empresa con amplia experiencia en la región.