La radio es aquello que gesta universos paralelos, entre lo que se dice, lo que se imagina de ello, y las representaciones que usamos. Herramienta cuyo uso evoluciona con el hombre.
La radio es el espacio que hay entre canción y canción, solía decir Jaime Pontones, quien, junto con Luis Gerardo Salas, se convirtió en el gurú de varias generaciones. Aquel que recuerde el proyecto Rock101, sabrá de lo que hablo. Para mí, por lo menos, con 17 años, era suficiente escuchar a Jordi Soler leyendo un poema de Cavafis o de Girondo o un cuento de Onetti o de Borges para sentir que en el mundo no todo era estupidez. Y después venían las rolas, por ejemplo, de Bob Dylan, de Queen, de Pink Floyd. Ese programa se llamaba, y lo repito con nostalgia, Argonáutica.
La radio tiene algo que la televisión no podrá tener jamás: un universo paralelo. Quien habla, se esfuerza por construir un mundo y, quien escucha, lo deconstruye usando las herramientas de su propia imaginación. Llevo 20 años sin televisión y tengo la sensación de que no me he perdido de nada. En cambio, si no escuchara La Corneta, en Los 40 Principales (101.5 del FM), me quedaría el mal sabor de boca de un día desperdiciado.
Celebro que existan exhibiciones como la que plantean Radio Francia y el Instituto Nacional Audiovisual en el Museo de Artes y Oficios: Radio: ¡abran bien sus oídos!, sobre la historia de la radiodifusión en Francia. Arranca el 25 de diciembre de 1921, con una señal transmitida por Radio Tour Eiffel, para luego plantear la expansión de la radio durante la década de los 30 y el uso que se le dio, como arma de combate, en la Segunda Guerra Mundial. Son impresionantes los extractos sonoros de momentos históricos y los testimonios con grandes voces de la radio.
Abierta hasta septiembre de 2012. Mayor información: http://radio.arts-et-metiers.net/