Arquitectura, gastronomía y romanticismo en Verona.
Para descubrir los encantos de Verona hay que adentrarse al centro de la ciudad y moverse a pie por sus serpenteantes callejuelas empedradas. Un buen punto de partida es la Piazza Bra que ofrece cafeterías y restaurantes con vistas al ayuntamiento y a la Arena, el tercer teatro romántico más grande del mundo y uno de los monumentos que más nos enorgullece a los veroneses.
Cerca de ahí hay calles llenas de tiendas como la famosa Via Mazzini, via Capelo o atracciones turísticas como la casa de Julieta donde se supone vivió la protagonista de la historia de Shakespeare; aquí las parejas de enamorados pintan sus nombres en las paredes.
Para quienes quieran descansar hay la opción de sentarse en una de las terrazas de Piazza Delle Erbe, una pintoresca plaza donde se puede tomar un ristretto o bien, un aperitivo alcohólico como un refrescante spritz, elaborado con vino blanco espumoso, agua mineral y otros licores.
La oferta gastronómica de Verona también es variada, a mediodía muchos restaurantes ofrecen comida corrida a precios accesibles; en varios establecimientos también puedes probar algo tradicional, como la polenta, la pasta rellena o un rissotto all´Amarone. Si quieres darte un capricho, en el restaurante Bottega del Vino encontrarás todos estos platillos que combinan la cocina tradicional italiana y productos de alta calidad. Para hacer la digestión, camina a orillas del río Adige y sorpréndete con el paisaje y otros antiguos monumentos. Comienza atravesando el Castelvecchio, un castillo localizado en el centro de la ciudad que conecta con el Puente Scaligero, una pasarela con 50 metros de largo desde donde se pueden apreciar excelentes vistas.
Otra alternativa es seguir por la orilla del río hasta el Puente Pietra, uno de los emblemas de Verona y desde el cual se accede a otro teatro romano. En lo alto está el Castillo de San Pietro, uno de los mejores puntos para tener una vista panorámica del río y la ciudad.
*Enrique Andreoli es originario de Verona. Se enorgullece del romanticismo que se respira en sus calles.
Fotografía: Carlos Sánchez Pereyra