Descubrir la producción de la bebida en la República Checa incluye diversas sorpresas.
Un viaje bajo el signo de la cerveza suena a abuso de alcohol y una fuerte resaca al día siguiente. Sin embargo, la República Checa demuestra que no tiene que ser así, porque en el país de origen de la cerveza pilsner tal viaje es una excursión cultural por la naturaleza.
A inicios de temporada aún son pequeñas plantas tiernas cuyo largo camino hacia arriba ya está preparado. Cuerdas de acero de ocho metros de largo ayudan a las plantas a trepar. Aquí crece el lúpulo, la base de todas las buenas cervezas tipo pilsner. La región rural alrededor de la ciudad de Zatec es una de las zonas de cultivo de lúpulo más importantes del mundo.
Lo mejor que puede hacer el turista que quiere hacerse una idea de la importancia de esta planta es visitar el "Templo del lúpulo y la cerveza" en Zatec, un centro de información situado en un antiguo almacén de la planta. En este lugar, el almacenamiento histórico de sacos de lúpulo ha sido reconstruido en forma de laberinto para que también puedan divertirse los niños. Los adultos pueden después disfrutar en una cervecería al aire libre propiedad del museo de una bebida elaborada artesanalmente.
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A poco más de una hora en coche al norte de Zatec se encuentra Litomerice. En esta ciudad situada a orillas del río Elba hay una pequeña fábrica llamada Labut, cerca de la plaza mayor. "Nosotros elaboramos desde 2011 nuestra propia cerveza casi exclusivamente para ser servida en el bar y en la cervecería al aire libre", dice la propietaria, Sabina Záková.
Un tercio de Labut de barril cuesta menos de un euro, que es el precio normal en los bares y las cervecerías al aire libre en la República Checa.
En las afueras de la localidad se encuentra el castillo ruinoso de Kamyk, en las montañas bajas de Bohemia. Un sendero conduce hacia la cima del Plesivec (Iceberg en checo). Aquí arriba, el aire también está fresco los días de verano calurosos. A través de pequeñas grietas sale hacia arriba aire frío. Aquí se extraía en el pasado hielo que se llevaba al valle para enfriar la cerveza.
En la cercana ciudad de Praga, la cultura de la cerveza no solo se mantiene viva en el centro histórico de la capital checa, sino también en el barrio de Brevnov. Aquí se encuenta el monasterio benedictino más antiguo del país. También en la República Checa, los monjes son expertos en el arte de la elaboración de la bebida, una tradición que ha continuado la fábrica de cerveza del monasterio de Brevnovsky.
Para los turistas que buscan las huellas históricas de la cerveza checa aún falta una estación: Pilsen. Probablemente no hay ninguna ciudad como esta, Capital Europea de la Cultura 2015, que celebre tanto la cultura de la cerveza. A primera vista, el terreno donde se encuentra la fábrica de la marca Pilsner Urquell se parece a Disneylandia: detrás de la entrada está a la derecha la tienda de souvenirs y a la izquierda el centro de visitantes. Un autobús tras otro lleva grupos de turistas a esta mítica fábrica de cerveza.
Cuando el visitante observa los cocedores de cobre, que actualmente ya no se usan, empieza a sentir nostalgia. Nada que ver con la gigantesca embotelladora moderna que también forma parte del tour. El momento culminante de la visita espera bajo tierra: aquí, en medio de una temperatura constante de seis grados, se encuentran enormes barricas de roble en un laberinto que abarca una superficie parecida a la de una pequeña ciudad. "Aquí, la cerveza se produce de manera tradicional y sirve como control de calidad para la producción industrial", explica el guía Jan Dienstbier. Sin embargo, también cualquier visitante adulto puede degustar la cerveza en el bar del museo.
Para descubrir los orígenes del sabor de la cerveza solo hay que dar un pequeño paseo hacia la fábrica de "Groll". Aquí comenzó a trabajar el maestro cervecero Josef Groll, originario de Baviera e inventor de la cerveza pilsner. Desarrolló la técnica de elaboración alrededor del año 1842.