Después de la primera noche que pases en este poblado vasco no querrás partir nunca.
Hay dos cosas que se pueden hacer en este maravilloso refugio en la campiña del País Vasco Francés. Una es contemplar la inmensidad del universo, y otra, descubrir los poblados vecinos.
Cualquiera de las opciones que escojas, este lugar es un centro natural de inspiración, y sus hermosas cabañas son para no dejarlas por temor a despertar de este sueño.
Opción uno: contemplación pura
La colina de Ostapé está apenas poblada por unos pocos chalets tipo mansión divididos en cinco o seis habitaciones de tamaños varios, desde unas tan grandes como un departamento, hasta otras modestas de dos niveles con tapanco pero, por su puesto, con todos los lujos que se esperan de un chalet.
El refugio Auberge Ostapé está ubicado en un enorme predio en la vastedad de colinas de Bidarray, en el distrito de la Baja Navarra, a unos kilómetros de la frontera con España. Se trata del corazón del País Vasco Francés. En este cómodo albergue, la cama y su ropaje parecen abrazarte, por lo que dan ganas de pasar horas extra contemplando el techo.
La suave textura de las telas, el confort del baño y la tina caliente son tentaciones para la pereza. Un buen café -cada habitación tiene su cafetera Nespresso- sirve para reactivar el cuerpo.
Afuera es impresionante la frescura del aire, el silencio. A unos pasos de la puerta está una mata de grosellas que da sus frutos entre agosto y octubre. El pasto es blando y esponjoso y la comunicación entre los chalets se hace por medio de carritos de golf, que aquí llaman «golfet».
No hay adónde ir, ni falta que haga. Lo mejor en realidad es caminar y embriagarse con tanto oxígeno y escuchar la propia respiración apenas armonizada por el cencerro de una vaca pastando en la ladera vecina. Desde la casa principal, donde se reúnen la cocina, el bar, la recepción y las salas de juntas, se puede ver la luz dorada del amanecer mientras se disfruta de un café au lait con panecillos recién horneados, mermeladas artesanales, quesos de oveja o vaca locales y jugo de naranja recién exprimido (todo un lujo en Europa).
Más tarde, lo mejor es seguir contemplando la belleza del lugar con una caminata ligera, un chapuzón en la piscina o matando el tiempo junto a la habitación leyendo un buen libro, tal vez escribiendo o dejando volar la imaginación. Se puede cerrar el día con un masaje relajante. Aquí se viene a descansar con estilo.
Opción dos: salir en busca de emoción
Si luego de dos horas de contemplación el espíritu exige algo de adrenalina, lo mejor será dejar el «golfet» y conseguir un auto. Los caminos sinuosos de la región son una prueba extrema de manejo muy disfrutable. Serpenteantes y reducidos caminos conectan poblados y pequeñas ciudades medievales.
Esta zona del País Vasco está compuesta por tres provincias que ofrecen todo tipo de atractivos culinarios y culturales.
Es importante no dejar de probar los vinos de Irulegi, propios de la única Apelación de Denominación de Origen de la zona. Los vinos rosados y blancos que se producen aquí son frescos y chispeantes, aunque la mayoría son tintos y también muy interesantes.
Además de ser la única en los alrededores, Irulegi es también la zona de Denominación de Origen más pequeña de Francia. Si bien Irouléguy es el pequeño poblado -con 350 habitantes aproximadamente- que da nombre a la región de vinos, se le suman otras comunidades vecinas a esta demarcación.
Los amantes de esta bebida encontrarán muy atractivo el lugar. Aquí se cultivan algunas de las variedades de uva menos conocidas de Francia, como la Bordelesa Beltza (uva insignia de Uruguay, llamada también Tannat) y la Axeria (Cabernet Franc, casi olvidada en Burdeos). También está presente la Axeria Handia (Cabernet Sauvignon), y en cuanto a las blancas, se cultiva la Xuri Zerratia (Courbu), Izkiriota Ttipia (Petit Manseng) y la Izkiriota (Gros Manseng), las últimas dos utilizadas en otras regiones del mundo para producir vinos tardíos de alta calidad y expresión.
La gastronomía vasca es abundante, atractiva y llena de sabores particulares, pero probablemente en el mundo sea más reconocida la región por su pelota vasca. Más que un deporte, esta serie de actividades jugadas en un frontón significa un rito social íntimamente ligado a la convivencia de los pueblos.
Tradicionalmente estas actividades se practican los domingos en el frontón ubicado junto a la iglesia y el panteón. En términos espirituales todo tiene la misma importancia: fe, muerte y juego. Lo practican estrictamente los hombres y existen distintas modalidades de juegos, ya sea a mano, con paletas, raquetas o cestas.
En el País Vasco Francés es muy popular una modalidad de pelota llamada trinquete, que se juega en un frontón que tiene paredes de rebote al frente, atrás, a la izquierda y a la derecha, ampliando la duración de los tantos. Es un juego bastante espectacular.
Para una experiencia más citadina, a 20 kilómetros y a un paso de la frontera con España está Saint Jean Pied-du-Port, una ciudadela medieval llena de historias de piratas. Los lunes hay mercado con productos locales y en el frontón hay juego de pelota vasca.
De regreso a Ostapé, es imperdonable no cenar en el maravilloso restaurante Chahatoa. Este lujoso auberge (hostería) fue fundado en sociedad y se lucía con el mismísimo Alain Ducasse, uno de los cocineros más representativos de Francia.
Hoy la cocina sólo refleja de Ducasse los altos estándares, los platillos son odas a la cocina regional (llamada también cocina de «terroir») que incluye pato en todas sus expresiones y pescados cocinados con derroche de buena técnica.
La cocina misma es impresionante, está equipada con los mejores aparatos necesarios para crear un banquete de reyes. Hoy, al frente del restaurante se encuentra el talento del chef bordelés Cédric Roubin, cuya trayectoria incluye haber pasado por el Louis XV de Mónaco (propiedad de Alain Ducasse), una escuela culinaria llena de exigencias y perfección.
Dado que la propietaria posee viñedos en otras regiones del mundo además de en Ostapé, el vino de la casa es oriundo de Mendoza (Argentina). Este descubrimiento resultó para mí todo un hallazgo; blancos elegantes y tintos refinados, corpulentos, de final sedoso.
La despedida es triste y desalentadora, ¿por qué no es posible vivir aquí e ir de fin de semana a la gran ciudad? Lo pienso una y otra vez, debí encadenarme a la tubería para nunca salir de Ostapé.
PARA LLEGAR Y SALIR |
Ostapé se esconde entre las colinas de los Pirineos Atlánticos, muy cerca del valle Nive. Está a 30 minutos por carretera de Saint Jean Pied-du-Port. Lo más sensato es llegar desde París por tren (TGV) hasta Biarritz y transbordar hacia el poblado de Bidarray, el más cercano a tres kilómetros de las puertas de Ostapé. Si se pretende salir del lugar, vale la pena rentar un auto en Biarritz para tener libertad en los recorridos que hay en el camino. |