Claro que suena atractivo. Vivir en una ciudad cosmopolita, en un departamento de 80 metros cuadrados, ubicado en una de las colonias más chic, con gastronomía de primer mundo a la mano y todos los servicios a unas cuantas cuadras caminando. Todo, además, mientras trabajas a distancia en una empresa que paga en dólares o euros, mientras que pagas renta en pesos mexicanos. Así piensan los nómadas digitales.
Al igual que el trabajo a distancia, los nómadas digitales son hijos de la crisis sanitaria de COVID-19. Después de largos meses de encierro, algunos países —como México— relajaron las medidas para que más consumidores vinieran a reactivar la economía local. Especialmente, en la capital y otras ciudades que tradicionalmente atraen turismo extranjero.
Las autoridades mexicanas, sin embargo, no previeron que esta migración sería masiva —y que llegaría para quedarse. Tampoco se dilucidó que, en el horizonte, se veía venir una gentrificación inusitada en las colonias más acomodadas de la ciudad, y cómo esto impactaría negativamente a la vivienda capitalina. Así empezó el éxodo forzado de capitalinos: a causa de los nómadas digitales.
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Un artículo del 16 de noviembre de 2022 del New York Times da una guía detallada sobre cómo ser un nómada digital exitoso. Nora Walsh, la autora del texto, habla de cómo la pandemia por coronavirus impulsó que el trabajo remoto abriera las fronteras del mundo.
El fenómeno, dice la periodista, se despertó en 2021: justo cuando las medidas sanitarias se relajaron, y las personas de países primermundistas tenían el presupuesto para viajar mientras seguían trabajando. Así como las aduanas se volvieron más flexibles, las empresas abrazaron el trabajo remoto como una alternativa funcional:
«[…] muchas empresas están reconociendo los cambios sísmicos en el lugar de trabajo y brindando a sus empleados una mayor flexibilidad sobre el lugar donde trabajan, tanto a largo como a corto plazo», escribe Walsh.
El texto discurre en un tono casi festivo, de aventura: ¿por qué no aprovechar que la pandemia nos permite trabajar desde donde sea? ¿Qué podría salir mal? Su artículo no aborda las consecuencias que ha traído este estilo de vida más ‘libre’ para quienes pueden pagarlo. Mucho menos, en términos de cómo ha afectado a la población local de los países en los que los nómadas digitales se instalan.
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Empresas de talla global como Google, Spotify y AirBnB han adoptado la política Work From Anywhere, que se traduce literalmente como ‘trabaja desde donde sea’. Mientras los objetivos se cumplan, según esta nueva modalidad laboral, no es necesario estar en la oficina. En aras de reactivar la economía local, países como Noruega, Portugal y España han lanzado visas especiales para que los nómadas digitales puedan trabajar desde sus países, bajo ciertas condiciones.
México no se ha manejado así. Por el contrario, como si fueran turistas, los nómadas digitales pueden entrar y salir del país cuando quieran. Y lo que es más: quedarse por un tiempo indefinido, propiciando que las plataformas de renta de espacios residenciales —como AirBnB— eleven los precios de renta por noche, e incluso por mes.
De una manera indirecta, esto ha impulsado que los extranjeros opten por quedarse a vivir en la Ciudad de México: les gusta el estilo de vida al que, de otra manera, no podrían acceder en sus países. Colonias como La Condesa o Roma Norte, que se identifican como las más icónicas para la vida bohemia de lujo en la capital, rebosan en extranjeros. Al punto que en los restaurantes y bares, incluso a los nacionales, se les ofrece el menú en inglés.
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Aunque, efectivamente, este fenómeno ha elevado los ingresos de quienes gestionan estas propiedades, los vecinos y trabajadores de estas colonias se están viendo desplazados. La periodista Isabella Cota describe muy bien el fenómeno para El País: el poder adquisitivo de los nómadas digitales está «muy por encima del promedio nacional«. Y lo que es más: «está empeorando la ya muy alta inflación general«.
Mientras los precios de las rentas en estas colonias se elevan, los nómadas digitales se instalan en los cafés de moda de la capital para trabajar a distancia. Llegan para desayunar mientas toman sus reuniones remotas, para pasar al brunch en otro lugar. Así se pasan 3 o 4 meses, explica Cota: entre cafés de lujo y la vida nocturna vibrante de la Ciudad de México.
Y pueden pagarlo, explica la periodista, porque tienen un salario promedio de más de 5 mil euros. Esto se traduce a más de 100 mil pesos mexicanos, que supera por mucho el sueldo promedio de una persona en México. Por ello, los extranjeros que vienen a vivir a la capital pueden acceder a departamentos para sí mismos en las colonias más adineradas de la ciudad fácilmente, mientras que los locales no aguantan los precios cada vez más altos de sus propias colonias.
La pretensión original se ha cumplido: dar la bienvenida a los nómadas digitales —sin visa, sin impuestos especiales— claro que ha generado derrama económica para México. Sin embargo, estas ganancias se encapsulan entre los propietarios de inmuebles, y no llega realmente a las demás personas que habitan en la capital.
Aún así, AirBnB firmó un convenio controversial con el Gobierno de la CDMX, avalado por la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum. En éste, se pretende que más nómadas digitales lleguen a la ciudad, promoviendo de manera implícita el éxodo de capitalinos en favor de extranjeros con alta capacidad adquisitiva.
Y lo que es más: en conjunto, ambas partes están promoviendo a la Ciudad de México como un centro para el turismo digital, según anunciaron en un comunicado.
A raíz de ello, los habitantes de las ciudades más visitadas en el país se han movilizado para detener esta migración de élite. Tanto en redes sociales como en las plazas públicas, la población local ha manifestado su descontento por el apoyo que ha mostrado el gobierno mexicano a este tipo de desplazamientos, que favorecen en el enriquecimiento de los terratenientes —y desprotege a quienes tienen que pagar la renta en pesos.
Sheinbaum respondió a las críticas diciendo que la intención no es “que se disparen las rentas”. Sin embargo, el fenómeno económico no depende de declaraciones en comunicados de prensa. Quizá, la cobertura de medios extranjeros ha sido demasiado laxa con los nómadas digitales. Romantizar el estado de vida que se gasta en dólares es desestimar el de aquellos que la pagan en su moneda nacional.
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