Encuentros con arte contemporáneo, surrealista, misticismo huichol y hasta momias egipcias. Zacatecas es la ciudad con más museos en México.
a la capital zacatecana esperando el calor que siempre asociamos con el norte, pero el clima es fresco. «¿Ahora no hace calor?», pregunto al chofer del taxi, quien responde con marcado acento norteño: «aquí sólo hay dos estaciones: el invierno y la de trenes». Así que me pongo mi chamarra al bajar frente a la Catedral de Zacatecas, una mole de cantera roja construida durante 150 años para agradecer las enormes minas de plata del estado. Entro a desayunar al Acrópolis, un restaurante al lado de la Catedral. Me llaman la atención los cuadros de Dalí, Chagall, Miró y muchos más. Mientras ordeno mis enchiladas, el mesero me dice «no son pósters, son originales». El restaurante tiene una colección de decenas de obras que ya quisieran muchos museos e incluso hay dibujos hechos en el lugar por Rufino Tamayo y Diego Rivera. Apuro el café, ya que me esperan cosas únicas por descubrir y tengo únicamente este fin de semana para conocer la mayor parte de ellas.
Camino por calles que suben y bajan hasta el ex colegio de la Compañía de Jesús, en la plaza de Santo Domingo. Un edificio que fue cárcel y que ahora alberga al museo Pedro Coronel. Esperaba conocer la obra del artista plástico zacatecano, pero apenas hay unas cuantas en el patio. Más bien se trata de la colección que el artista reunió, que no es poca cosa: momias egipcias, máscaras africanas hechas con piel humana, bordados de Nepal, porcelanas chinas de 2 mil años y cientos de objetos que ninguna aduana actual dejaría pasar. Pedro Coronel viajó por el mundo y recopiló esta colección inverosímil de objetos, aunque lo mejor está por venir en la sala dedicada al siglo XX. Mis ojos recorren emocionados pinturas de George Braque Y Fernand Léger, dos de los más grandes exponentes del cubismo; dibujos poco conocidos de Jean Cocteau y Pablo Picasso y la mayor colección de grabados de Goya en el mundo, incluso mayor a la del Museo del Prado, en Madrid. Salgo a tomar un respiro a uno de los numerosos patios del museo y recupero mis fuerzas para seguir.
Llego caminando al museo del hermano de Pedro, el de Rafael Coronel, uno de los mejores pintores vivos en México. Su recinto está instalado en un convento que estuvo abandonado por años. Sus interiores son un laberinto de muros cubiertos de maleza, iglesias sin techo y rincones con la belleza del abandono que no esconden el paso del tiempo. Aquí se aloja la colección más grande de máscaras del mundo, con piezas de todas las culturas del país, como las representaciones de animales de los coras de Nayarit; demonios de la sierra de Guerrero y máscaras de carnaval coloridas. El museo también tiene una sala dedicada a los títeres de la compañía de Rosete Aranda, que viajó por México durante el Porfiriato, además de una colección de objetos prehispánicos. Al salir hago una parada en Los tacos envenenados, como se conoce a los tacos con frijoles, papas y salsa, un sabroso tentempié para seguir con el museo de otro gran zacatecano.
Una gran pared amarilla resguarda un seminario convertido en el magnífico museo de arte abstracto de Manuel Felguérez, que reúne la obra del artista y de sus contemporáneos, la llamada «generación de la ruptura». Aquí están los óleos de Fernando García Ponce, Vicente Rojo y Vlady, algunos de los artistas que dieron respuesta al muralismo y a la pintura «típicamente mexicana», que tanto viaja por el mundo bajo apellidos como Rivera y Kahlo. Pero hay que apurar el paso, el Museo Zacatecano cierra a las 4:30 de la tarde y hay que echar un vistazo a la mejor recopilación de arte huichol, con coloridos, y diría alucinantes, artesanías que muestran seres fantásticos y bordados que revelan la cosmogonía de esta importante cultura del occidente mexicano. Cae la tarde y trato de entrar a Las quince letras, una animada cantina, pero es imposible, el pequeño local está abarrotado. No hay problema, a pesar de contar con 122 mil habitantes, esta ciudad tiene muchos lugares para cenar o divertirse.
Recorrido alterno: La Quemada
En mi último día en Zacatecas, salgo temprano hacia el sitio arqueológico de La Quemada. No he desayunado, porque me recomendaron parar en Las tortas de Malpaso, un clásico zacatecano que consiste en una albóndiga de chorizo entre dos rebanadas de pan, que se disfruta en un local decorado con decenas de calendarios. Llego a un valle lleno de nopaleras bajo un cielo despejado, con un cerro que resguarda la impresionante ciudad prehispánica. La Quemada fue misteriosamente abandonada y quemada hace más de mil años. Para entrar hay que subir los numerosos escalones que un arquitecto anónimo dispuso en las laderas del cerro. En la cima destaca la que pudo haber sido una de las salas techadas más grandes de Mesoamérica, un conjunto de columnas hechas de ladrillo, que forman una armoniosa composición que va muy bien con el entorno. La combinación de muros y pirámides da al recinto la apariencia de un diseño contemporáneo. Se aprecian los cimientos de las casas, con patios y restos de habitaciones que se amoldan a la montaña. En un costado destaca la pirámide votiva, un monolito de piedras apretadas, unidas con arcilla y fibra vegetal, una construcción hecha con motivos sagrados y que guarda misterios que quizá nunca descifraremos. A lo lejos se perciben caminos de roca que salían de la ciudad y restos de las murallas que la protegían. La Quemada era una verdadera fortaleza amurallada en una montaña, algo que nunca creí que existiera en México y que es parecida a la arquitectura de otras culturas del centro y sur de nuestro país. Hay muchas teorías sobre el origen de este lugar. Se dice que pudo ser el legendario Chicomostoc, desde donde salieron las tribus nahuatlacas a poblar el centro de México.
También pudo haber sido enclave teotihuacano, centro tarasco, bastión contra chichimecas intrusos o asentamiento tolteca. No lo sabemos todavía, pero el hecho es que existe y es un sitio que puede ser visitado.
Después de mi recorrido, regreso a la ciudad de Zacatecas, para llegar directo al Cerro de la Bufa, desde donde Pancho Villa tomó la ciudad en 1914. Por cierto, el museo que recrea la famosa batalla es perfecto para los amantes de la historia, y un cierre muy revolucionario, perfecto para una ciudad llena de arte y descubrimientos.
LOGÍSTICA
La distancia por carretera entre Zacatecas y la ciudad de México es de unas ocho horas. Por avión el viaje es de una hora con 10 minutos. La Quemada se localiza a 56 kilómetros al sur de Zacatecas, sobre la carretera 54 Zacatecas-Guadalajara. El horario de visita es de lunes a domingo de 10:00 a 17:00 horas.
MUSEOS MENCIONADOS
Museo Pedro Coronel
Plaza de Santo Domingo s/n
Horario de 10:00 a 16:30 horas
Cierra los jueves
Museo Manuel Felguérez
Colón y Seminario s/n
Horario de 10:00 a 16:30 horas
Cierra los martes
Museo Zacatecano
Dr. Hierro 301, centro.
Horario de 10:00 a 16:30 horas
Cierra los martes
Museo Toma de Zacatecas
Cerro de la Bufa s/n
Horario de 10:00 a 17:00 horas
Abre todos los días
Museo Rafael Coronel
Ex convento de San Francisco s/n
Horario de 10:00 a 16:30 horas
Cierra los miércoles