Rishikesh, India ilumina a un escéptico del yoga durante su travesía.
En las alturas, por encima de la corriente plateada del río Ganges, en un Puente suspendido que se balancea, comprendo qué tanto me he desviado de mi búsqueda.
Yo había llegado hasta el remoto pueblo de Rishikesh, India, puerta de entrada al Himalaya, teniendo en mente silencio profundo y mucho yoga a plena concentración. Para quienes estén en busca de iluminación o de un escape intrépido, el poder curativo del Ganges es un potente imán que atrae a cientos de miles cada año.
A lo largo de los siguientes cinco días me dejo llevar siguiendo un patrón de despertarme para los cánticos de mantras para meditación de las 5 a.m. del ashram, asistir a frías clases de yoga antes del desayuno y comer las comidas en silencio (ligeramente más despacio que en un inicio).
En mi primera excursión exploro el derruido ashram donde vivieron los Beatles y escribieron 40 de sus canciones. Durante las puestas de sol disfruto los cantos en la aarti ?la ?happy hour? hindú?, una ceremonia diaria a orillas del Ganges. Decenas de indios y unos cuantos viajeros curiosos cantan himnos hindúes y mueven en espiral sus linternas para cerrar sus oraciones antes de salpicarse agua del Ganges en los pies.
Después de una semana en la rutina ashram, dejo el campamento y recorro en moto el Ganges. En algunas secciones, este se permite ver; en otras, el agua glacial verde del río corre cientos de pies más abajo, batiéndose bajo los acantilados.
Respira. Relájate.
Cuando el sol se expande hasta volverse una pelota anaranjada en el horizonte, llego a la cueva Vashista, la que se cree que es la más antigua cueva de meditación de toda la región. Algunos lo llaman el lugar donde nació el pensamiento consciente. También es donde puedo tomar un ferri de remos para cruzar el Ganges hasta Anand Lok, un retiro de yoga y de meditación donde estaré dos días.
Anand Lok da hacia el Ganges al borde de Sirasu, una aldea sin caminos. Solamente un jula (puente) para peatones y un servicio de ferris (excepto durante la temporada de monzones) la conectan con el mundo moderno.
A través de toda India la pobreza puede ser alarmante, incluso abrumadora. Su huesuda mano llega hasta cada rincón, incluida la aldea de Sirasu. No obstante, los rostros sonrientes de Jagdish y de sus vecinos brindan testimonio de la riqueza en su mundo de tan poco. Al igual que muchos aldeanos, son pobres en rupias pero ricos en espíritu.
Relájate. Respira.
Después de dos semanas de yoga casi a diario, ahora puedo tocarme los dedos de los pies, e incluso permanecer sentado con las piernas cruzadas a lo largo de toda una comida. ¿Mi espalda? El persistente dolor no ha desaparecido por completo. Pero ha disminuido. ¿Comenzó mi espina dorsal a sanar efectivamente? No lo sé, pero ni a mí ni a mi om interior nos preocupa.