El refinamiento de siglos y la vanguardia ya tienen un buen encuentro, este feliz punto tiene lugar en un hotel, el Le Meurice, en París, recientemente renovado de la mano de Philippe Stark.
Su entrada ha cambiado, como si su misteriosa personalidad se hubiera abierto hacia el mundo, el Le Meurice ahora recibe a sus huéspedes por la Rue Rivoli, con un foyer lleno de luz y espejos y un enorme pizarrón de hielo enmarcado donde uno escribe algún verso o declara su amor. El hotel ha cambiado de rostro bajo la mano del rey Midas del diseño: Philippe Starck, quien tomando ciertos aires del arte de Salvador Dalí (asiduo huésped de Le Meurice), ha renovado este clásico parisino.
Si desde 1835 este hotel ha recibido a reyes y reinas como Victoria de Inglaterra, Alfonso XIII de España, el compositor ruso Tchaikovsky, el escritor Rudyard Kipling, el artista Giorgio de Chirico o Liza Minelli, Plácido Domingo o la histórica espía Mata Hari; también ha sido testigo de momentos íntimos como la cena de bodas de Pablo Picasso y Olga Koklova. Y de peticiones extrañas de sus huéspedes. En alguna ocasión Dalí llegó a pedir un caballo, una oveja y cinco moscas. Así que ¡casi cualquier petición surrealista es posible en Le Meurice! Situado justo frente al parque de las Tullerías, los nuevos espacios trazados por Starck, combinan toques de hielo (el pizarrón y los espejos de la entrada y dentro de vitrinas, colgando), fuego (como las veladoras que arden en lugar de chimenea y el poder de los detalles como las sillas dobles, una silla vis-à-vis para conversar muy de cerca) y aire (las lámparas de Baccarat de una sola pieza de vidrio o los juegos de transparencias y luces en el hermosísimo restaurante Le Dalí). Justo en el techo, en lo que era el antiguo domo, Ara Starck, hija de Phillippe, ha pintado una pieza que lo cierra, 145 metros cuadrados pintados con imágenes de una gran escena teatral de hombres suspendidos en vuelo, con matices dorados, los cuales hacen referencia al pasado y presente del refinamiento del Le Meurice, tonos rojos que representan el poder de la fuerza del hombre y los claroscuros representando la posibilidad del sueño. Sentarse a comer o tomarse un té en Le Dalí o en su bar 228 o simplemente hospedarse aquí es un viaje por los sentidos. Además, la comida del chef Yannick Alléno convierten una estadía en una experiencia estética y de placer.
La mano maestra de los Starck (Ara y Phillippe) ha logrado que este espacio sea ya un icono de lo que significa el refinamiento contemporáneo. Vidrio, acero, juegos de dorados, verdes, negros y rojos, rediseño de lo antiguo y lo heredado para darle un toque del aire de los tiempos que corren hoy día. Una fórmula que, aunada a la ya clásica maestría para recibir a los huéspedes como si fueran reyes (aunque sean plebeyos) hacen de Le Meurice el lugar donde hospedarse.