Detrás de la ciudad francesa de Niza, se localiza un trayecto de 700 metros de profundidad: La Garganta del Verdon.
El intenso perfume de los campos de lavanda en flor ocasiona un leve mareo, sin embargo, la sensación al mirar el abismo de 300 metros de profundidad es diferente: las empinadas paredes rocosas provocan vértigo y fascinación, aquí arriba, en el mirador Maugué, en la Route des Crêtes, la ruta de las crestas.
Abajo corre el río Verdon. "La garganta es nuestro GEl intenso perfume de los campos de lavanda en flor ocasiona un leve mareo, sin embargo, la sensación al mirar el abismo de 300 metros de profundidad es diferente: las empinadas paredes rocosas provocan vértigo y fascinación, aquí arriba, en el mirador Maugué, en la Route des Crêtes, la ruta de las crestas.
Abajo corre el río Verdon. "La garganta es nuestro Gran Cañón francés", dice el guía turístico Cédric, de 34 años. A lo largo de miles de años se fue excavando en el macizo montañoso hasta una profundidad de 700 metros.ran Cañón francés", dice el guía turístico Cédric, de 34 años. A lo largo de miles de años se fue excavando en el macizo montañoso hasta una profundidad de 700 metros. (Lee: Aguas termales en México)
La Garganta del Verdon se encuentra detrás de la ciudad de Niza. Es una de las gargantas más grandes de Europa y una de las más bonitas. El Verdon, que nace en los Alpes Marítimos, a una altura de 2,500 metros, desemboca a una distancia de más de 160 kilómetros en el Durance. En su trayecto entre Castellane y el lago de Sainte-Croix, el impetuoso río alpino creó en un tramo de unos 21 kilómetros no solo una de las gargantas más grandes de Europa, sino también un paisaje que en 1997 fue declarado parque nacional.
La vista panorámica de la garganta de Belvédère Maugué -la palabra significa algo así como vado malo- causa vértigo. Es difícil de imaginar que abajo, a tanta profundidad, discurre un sendero. La belleza de la garganta atrajo a principios del siglo XX a algunos aventureros, entre ellos el hidrogeólogo francés Édouard-Alfred Martel, quien por primera vez descendió a las profundidades en el verano de 1905. La expedición, que duró varios días, fue difícil y peligrosa, dice Cédric.
Con sus pasajes colgantes y empinadas escaleras, el Sentier Martel, un sendero de 14 kilómetros, es también hoy un camino lleno de vericuetos. Una vez que uno está totalmente abajo en la garganta, ya no es posible abandonarlo. Es indispensable llevar buenos zapatos, suficiente comida y una linterna. La caminata dura seis horas. En el año 2005, el sendero fue rebautizado como Sentier Blanc-Martel, en homenaje a Isidore Blanc, quien había acompañado a Martel en su primera exploración del Verdon.
Hoy, el Verdon es un río amansado. Se necesitaban cinco presas para dominar los caprichos del río. Además del lago de Castillon, en el curso superior del Verdon, el lago de Sainte-Coix, el segundo embalse más grande de Francia, es uno de los depósitos de agua artificiales más atractivos. Está situado en la salida de la garganta. La vista más hermosa del lago se tiene desde el puente Sainte-Croix, que pasa sobre pilares de 45 metros de alto sobre el Verdon, del que se alimenta el lago.
El lago de Sainte-Croix ofrece un escenario cinematográfico. Agua de color turquesa como en el Pacífico o el Caribe y un paisaje incomparable entre los cerros del Haut-Var y los campos de lavanda de Valensole.
El lago más bonito de la Provenza: para conseguir este título, que ostenta el lago de Sainte-Croix, fueron necesarios grandes sacrificios. Más de 2,000 hectáreas de tierras fértiles quedaron inundadas y un pueblo entero, destruido. El pueblo, Les Salles-sur-Verdon, fue reconstruido en el estilo de antes unos 400 metros más adelante, en un lugar más alto. Las campanas que en la actual iglesia suenan para llamar al rezo del Ángelus provienen del antiguo templo.
A unos cuatro kilómetros arriba del lago, se encuentra Moustiers-Sainte-Marie. Este pueblo es una de las localidades de ensueño de la Provenza: callejones angostos, casas de piedra, un arroyo de montaña que divide el pueblo en dos y plazuelas románticas. Con su iglesia de estilo principalmente románico, el pueblo, que nació en el siglo V de un monasterio, está pegado como un nido de águila al pie de una roca gigantesca. Arriba del pueblo se alza su monumento más emblemático, adonde conduce un camino empinado: el santuario de Notre Dame de Beauvoir.
Tejados de tejas rojas, cipreses, pinos y olivos nudosos: la vista del pueblo y el paisaje "provenzalísimo" desde la capilla de piedra del siglo XII es fantástica. Para los que inician la ruta de la garganta desde Moustiers-Sainte-Marie, la vista panorámica es un aperitivo prometedor. Para todos los demás cuya caminata de vértigo por el cañón termina en el pueblo de unos 700 almas, el panorama es el final perfecto de una excursión fascinante por las profundidades de la Provenza.
Información básica
Cómo llegar: En coche desde Niza con dirección a Entrevaux a través de Saint-André les Alpes por la D952 a Moustiers-Sainte-Marie y Valensole, o desde Marsella por la autovía A51, tomar la salida de Manosque y seguir viaje con dirección a Valensole, Puimoisson y Moustiers-Sainte-Marie.
Cuándo viajar: De primavera a otoño. Especialmente bonita es la época de la floración de la lavanda, a partir de mediados de mayo.
Información: Bouches-du-Rhône Tourisme, 13 rue Roux de Brignoles, 13006 Marsella (Tel. 0033 491/138413).