Es difícil concebir la historia y, si se nos apura, el mundo, sin imágenes
«Si el Altísimo hubiera deseado que una fotografía apareciera en la portada de National Geographic, la habría puesto ahí desde el principio», cuentan que dijo un señor inglés muy molesto cuando, en 1959, las portadas comenzaron a llevar fotografías.
Sesenta años antes, en 1896, en contra de muchas opiniones mojigatas, National Geographic había tomado una decisión histórica: mostrar a los pueblos del mundo tal como son.
Esa decisión fue el parteaguas que cambió la manera en la que la gente contemporánea ve su planeta y las especies que lo habitan ?incluida la propia?.
¿Cuál es el poder que tiene una imagen, poder que no logran alcanzar las palabras?
Las palabras son el mundo sin el mundo; las imágenes, de alguna manera, son el mundo.
Uno no suele aquilatar lo que una imagen consigue. Durante el renacimiento, cuando el mundo multiplicó su tamaño, muchos marineros regresaron contando historias más o menos certeras sobre animales nunca vistos de cualidades fantásticas. Esos relatos sólo fueron parcialmente recopilados y en muchos casos varias versiones se contrastaron para generar una imagen; así, los bestiarios de este periodo hacen un recorrido inverso de la palabra a la imagen para penetrar una sociedad que no tenía acceso a las letras. Baste recordar los bajorrelieves tanto medievales como anteriores contando historias no escritas. Ese es el poder de la imagen, el más inmediato de los códigos.
Es difícil concebir la historia y, si se me apura, el mundo, sin imágenes. ¿Quién no recuerda al manifestante chino desviando una columna de tanques en la plaza de Tian’anmen, o al marinero que besa a la enfermera en Times Square, o la imagen terrible de la niña vietnamita?
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Esas imágenes no sólo resumieron las fuerzas de los momentos históricos de donde fueron obtenidas sino que en cierto grado pudieron representar el dramatismo del momento.
Casi al mismo tiempo del nacimiento de la fotografía nació su uso documental, pero a raíz de su masificación, los seres humanos hemos ido coleccionando un banco de imágenes que se han convertido en parte de nuestra memoria colectiva. La mención de un oso polar cazando sobre una plataforma de hielo flotante lleva al mismo referente visual a un hombre mexicano que a uno croata, sin que ninguno de los dos haya cruzado jamás el Círculo Polar Ártico. Estoy segura que muchísima gente que se estremeció al ver a los niños esqueléticos durante la hambruna en Etiopía ni siquiera sabía que en su país había niños en condiciones similares.
Lo mismo pasa con las imágenes de naturaleza
Sólo las imágenes transmiten de manera inmediata y si cabe el término, democrática, fuerzas, magnitudes, majestuosidad o daño que de otra manera sería muy difícil comunicar. Desde mares embravecidos, poblaciones inimaginables de aves o mamíferos hasta desfiladeros cuyo fin no se alcanza a distinguir o aves enchapopotadas, estas representaciones generan empatía y comunican mundos maravillosos que están a miles de kilómetros o acaso bajo el colchón en dimensiones microscópicas.
Es imposible pensar que se puede crear una conciencia ambiental en abstracto. Nadie cuida lo que no es suyo, lo que no le atañe; debe haber un vínculo emocional. La fotografía crea ese vínculo. La fotografía te acerca, te involucra. Mediante la fotografía te apropias del mundo, haces tuyo el bosque, las criaturas que lo habitan; te familiarizas con sus ciclos; aprendes a ver al otro como uno de los tuyos. La fotografía te coloca en otro sitio, te da perspectiva, te obliga a ver más allá de tus cuatro paredes. Como dijo Roland Barthes, «la lectura de las fotografías públicas es siempre, en el fondo, una lectura privada». Al hacer del mundo tu sitio privado, lo procurarás y verás por su bienestar.
La sección Mosaico Natura, fruto de la colaboración entre Conabio y National Geographic, intenta dirigir la atención adonde convergen dos de nuestros mayores intereses: imágenes que despiertan hambre de naturaleza y una suerte de mística alrededor de quienes las generan. Esta sección invita a dirigir la mirada hacia aquello que a veces pasa inadvertido en nuestro alrededor. Cuando un citadino exclama: «Mira: un guardabarrancas» ?o guardabarranco? y se detiene unos momentos a contemplar el ave, se ha ganado una pequeña batalla, parte del cometido de la imagen se ha conseguido; cuando esa misma persona se involucre en la conservación del hábitat del Eumomota superciliosa podremos decir que las cosas van por mejor camino.
La misión de National Geographic es, desde su fundación, el conocimiento y el cuidado del mundo, y en la fotografía hemos encontrado el vehículo idóneo para llevarla a cabo de la mano de aliados como Conabio, lo cual nos permite potenciar su alcance e incrementar las posibilidades de éxito. La idea es inspirar a la gente a cuidar el planeta.