Recorre las calles majestuosas de la capital croata, donde su arquitectura imperial se mezcla con una visión contemporánea y cosmopolita que recuerda su pasado austrohúngaro.
La gran ciudad de la vieja Europa es Zagreb. Quizá lo es porque no está en Europa, ya que en la actualidad Croacia no forma parte de la Comunidad Económica Europea, pero su capital conserva, sin darse cuenta, un tufillo a viejo que se esparce por edificios magníficos construidos por los arquitectos del Imperio Austrohúngaro, que son atravesados por poderosos rayos de sol y multitudes que van y vienen del futuro. Durante la noche, como en la vieja Europa, las calles de Zagreb se cubren con la media luz de sus faroles de gas, y elegantes sombras se cuelan furtivas en las esquinas, los cafés y los bares.
Una de las calles principales de Zagreb, que cruza frente a su plaza principal (1) , en honor de Ban Josip Jela?i?, se llama Ilica, y hace esquina a un par de cuadras al oriente con el callejón de Tomi?eva. Ahí comenzaremos nuestro recorrido, por la sencilla razón de que de ahí parte, o ahí llega, según la hora de nuestro ánimo, un tranvía. Se trata de un elevador diagonal que es transporte de uso común para los locales. Y de ese punto se eleva, subiendo la cuesta al lado de un centenar de escalones que también sería recomendable ascender o descender, según, insisto, las sombras que ronden por nuestro ánimo.
Llegaremos a una torre del siglo XIII (2) construida para vigilar los márgenes de la antigua ciudad. Cuando esa puerta se cerraba, se escuchaba el tañer de la llamada «campana de los ladrones». Pero la ciudad creció y esa costumbre se fue volviendo obsoleta hasta desaparecer. Lo que continúa sonando desde la torre, sin embargo, es un cañón que, al mediodía, marca la hora de Zagreb.
De la torre caminaremos, siguiendo la línea recta marcada por el callejón de Tomi?eva, sobre Dverce primero y luego por ?iril i Metod, hasta llegar a la plaza e iglesia de San Marcos (3), la cual ostenta en su tejado dos inmensos y viejos escudos de armas: de la ciudad, y de la unión de los reinos de Croacia, Dalmacia y Eslavonia. En el camino encontraremos el edificio del parlamento y, de mayor interés histórico y artístico, el que alberga el Museo de la Historia Croata (4). Los faroles que se encuentran frente a lo que se conoce como el Viejo Salón, donde se celebran bodas y fiestas de postín, y frente a la mansión que guarda el Museo de Arte Naïve (5), y que iluminan nuestro recorrido, son encendidos todas las noches con una pértiga y apagados todas las mañanas por el mismo sereno.
Si tomamos la callejuela Kamenita hacia la derecha, estaremos siguiendo uno de los muros que protegían la ciudad y, por consiguiente, llegaremos a una de sus puertas (6). La capilla de piedra que encontraremos a media calle es la reconstrucción de 1760 de la entrada norte, y el óleo de la virgen y el niño que hay en un nicho fue rescatado de entre las llamas que destruyeron la puerta original, que era de madera. La gente dice que esa imagen puede hacer milagros.Bajaremos por la calle Radi?eva, desde la estatua de San Jorge y el dragón, y en el camino podemos comprar pan fresco o unos zapatos hechos a mano, hasta la plaza de Ban Josip Jela?i? (7).
Si estamos de humor melancólico y el tiempo no es un problema, podríamos hacer una incursión en el estrechísimo callejón de Zakmardijeve stube (8), que se encuentra del lado derecho y nos conduciría de vuelta a la torre.
Por la plaza Ban Josip Jela?i?, erigida en honor del héroe que impidió el avance de los turcos hacia el Norte, se entra, mediante la ascensión de dos escalinatas, al primer piso del mercado del Dolac (9), «el ombligo de la ciudad«, donde hay de todo, pero especialmente delicadas piezas de cestería. Si hablas italiano o croata, no tendrás problemas en negociar a gritos una rebaja.
Hay que seguir de frente hasta la catedral de la Asunción de la Virgen María y San Esteban (10). Basta seguir las dos agujas neogóticas, de más de 100 metros de alto cada una. No encontraremos sino restos de un templo románico que fue destruido durante la invasión de los tártaros, y algunos otros tesoros del siglo XI. El nombre de la ciudad de Zagreb, por cierto, fue mencionado por primera vez en un comunicado de 1094 por el rey Ladislas I.
Al subir un poco por la desolada calle de Kaptol, acompañando los muros del convento contiguo a la catedral, luego de cruzar la calle y doblar a la izquierda en un pasaje, atravesaremos los restos de los muros de la ciudad y llegaremos a la calle más bonita de Zagreb: Tkal?i?eva (11), la cual nos llevará de vuelta a la plaza Ban J. Jela?ic. Recorrer esa vía peatonal es una delicia. Además de tiendas de artesanía fina y cafés, una mujer de bronce nos saludará desde una ventana en medio de un colorido jardín infantil y una dama con sombrilla, la poeta y periodista Marija Juric Zagorka (1873-1957), también de bronce, caminará a nuestro lado debajo de un reloj de sol.
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Ya estamos de vuelta en la plaza Ban Josip Jela?i?, pero de haber dado vuelta a la izquierda en la calle Skalinska para entrar de nuevo en el Dolac por la parte de atrás, habríamos encontrado otro de esos fantasmas de bronce: el poeta Petrica Kerempuh.
Nada más cruzar Illica y comenzar a caminar calle abajo por Ljudevit Gaj hasta cobrar Teslina y continuar por ella hasta que se convierta en Masarykova, daremos con la monumental (12) efigie de Nikola Tesla (1856-1943), quien a pesar de ser de origen serbio y haber muerto en Nueva York es uno de los hijos predilectos de la ciudad y tiene aquí un museo completo dedicado a la exhibición de sus prototipos y proyectos. Del excéntrico Nikola Tesla, quien previó el mundo inalámbrico de hoy, inescrutable para mentes como la mía, se dice que fue el hombre que «vertió luz sobre el rostro del mundo».
Al final de Masarykova daremos de frente con la plaza de Mariscal Tito (13), personaje que logró hacer de los pueblos del centro de Europa un enorme y poderoso país llamado Yugoslavia, que hoy ha desaparecido de los mapas. El edificio principal es el Teatro Nacional (14), diseñado por los arquitectos vieneses especializados en construir teatros Hellmer y Fellner, y enfrente, entre el Rectorado y la Facultad de Leyes de la Universidad, como otro de estos fantasmas de bronce que dicen la historia de la ciudad, está La rueda de la vida (15), obra, como la efigie de Tesla, del expresionista croata Ivan Me?trovic, 1883-1962, el primer artista vivo al que el Museo Metropolitano de Nueva York dedicó una exposición individual.
En recorrido por Zagreb a pie termina aquí. En el precioso museo MIMARA (16), que se encuentra en la plaza Roosevelt, contigua a la del Mariscal Tito. El museo alberga la colección de Ante Topic Mimara y su esposa Wiltrud, y más. Cuenta con casi cuatro mil piezas, incluyendo algunas joyas egipcias, algunos cuadros de Raphael, Rubens y Rembrandt, así como una vasta colección de relojes.
OTROS SITIOS DE INTERÉS EN ZAGREB |
1) El Cementerio de Mirogoj. 2) La montaña de Medvednika y la Ciudad Vieja. 3) La calle de Praska, con la vieja estación de trenes Glavni Kolodvor, y los jardines de Tomislavov, Strossmayerov y Zrinjski y el Museo Arqueológico. 4) Museo de Nikola Tesla. 5) Museo de Historia Croata, Matoseva 9, tel. (385) 485-1900. 6) Choco Bar bonbonnière Kras (tienda de chocolates tradicionales), Ilica 15. 6) Architect Viktor Kovacic Apartment, Masarykova 21, tel. (385) 485-5911. |