Hay varios factores que podrían definir el destino ideal: sitios por recorrer, culturas por conocer, paisajes naturales por disfrutar, eventos especiales que se celebran en esas fechas, o mitos que rodean algún aspecto del destino elegido.
Como extranjero residente de Aguascalientes, estado ubicado en el corazón de México y reconocido «principalmente» por su gente buena y su feria nacional de San Marcos, no tarde mucho en escuchar que en este lugar se escondía un mito. Fue durante un atardecer que puse la mirada en el cielo cuando logre entender de que se trataba.
Desde que llegué hace unos años, muchas personas me presumían los atardeceres maravillosos que había en Aguascalientes; me miraban a los ojos con gran seriedad y me prometían que nunca vería un fenómeno igual en otro lado del mundo.
Al caer la noche, yo podía apreciar desde cualquier punto de la ciudad una colina llamada «El cerro del muerto», nombre que remonta a una leyenda de la época de los Chichimecas y a su obvia forma que aparenta a una silueta humana recostada. Es en este punto exacto donde el sol se esconde tras un largo día de trabajo.
Desde un balcón ubicado en el tradicional barrio de San Marcos, aproveche la oportunidad para tomar miles de fotografías de estos maravillosos atardeceres, durante la mayoría de las tardes de ese año. En el camino descubrí que este fenómeno no respeta ni día ni mes, pero sucede principalmente en días fríos con tendencia nublada.
Entre las 18:30 y las 18:35 uno puede ver cambios increíbles en las tonalidades del cielo y las nubes. Pasando de azules a violetas, para culminar en rojos intensos que se difuminan en rosados y que finalmente se pierden en grises hasta llegar al negro.
Cuando logré capturar algunos de estos atardeceres rojos intensos, dignos de un armagedón apocalíptico (cabe destacar que este efecto de colores dura de 20 a 40 segundos), pasé a una nueva etapa de conocimiento: desde el mito a la realidad, que maravilla.