Un nuevo proyecto turístico plantea la posibilidad de desviar el agua de las cataratas para realizar obras.
Cada segundo caen 2.6 millones de litros por las Cataratas del Niágara, una cantidad tan impresionante como las masas de turistas que pasan por la ciudad fronteriza entre Estados Unidos y Canadá. Con 12 millones de visitantes al año, las "Niagara Falls" se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos de Norteamérica. Pero si todo va según lo previsto, este espectáculo de la naturaleza podría quedarse parcialmente seco por obras.
Lo que se quiere renovar son los puentes que llevan a los visitantes hasta Goat Island (la Isla de la Cabra), que se consideran "poco estéticos" y bloquean la panorámica de los saltos de agua. Además, esos puentes, denominados "Mabey Bridges", se construyeron porque era necesario cerrar los anteriores, de 115 años de antigüedad y ya desmoronados.
Pero, ¿se pueden quitar varios puentes y construir otros nuevos cuando por debajo pasa una enorme corriente que poco después retumba en las profundidades? Es necesario desecar el río aunque sólo se verán afectadas las cascadas de hasta 30 metros del lado estadounidense, es decir, uno de los tres saltos que componen el conjunto. Por la catarata Horseshoe, que con 57 metros es la más conocida y está situada en la parte canadiense, seguirá fluyendo el agua incluso con más fuerza.
Para las obras se precisan 26 millones de dólares (23 millones dólares) que todavía no están disponibles, explica Andrea Czopp, portavoz de las autoridades turísticas. Tan sólo para conseguir la financiación se necesitarán entre cuatro y cinco años y antes de la planificación y las obras pasarán otros dos o tres años. Czopp deja un lado los temores de que el proyecto pueda alejar a los turistas. Lo importante es hacer un buen marketing. "Creemos que será algo muy positivo", afirma.
Por otro lado, no sería la primera vez que ocurre algo así. En 1969, ingenieros del Ejército estadounidense desviaron el agua de las Cataratas del Niágara y durante cinco meses estudiaron las consecuencias de la erosión del suelo. Rick Elia estaba allí: la empresa de su padre construyó el dique, por lo que a sus 15 años pudo pasearse por el lecho del río. "Para mí fue algo bastante cool‘, explica. "Caminar por el cauce seco del río que llevaba hasta las cataratas fue toda una experiencia".
Casi cinco décadas después, podría volver a repetir ese paseo. Elia se hizo cargo de la empresa familiar y estaría interesado en encargarse de desviar la corriente una vez más. "Para esas poderosas aguas es algo que sólo pasa una vez en la vida", afirmó. Ya en la época de su padre el proyecto atrajo mucha atención e incluso la visita del gobernador de Nueva York.
Pero la construcción de las paredes de contención en semejante corriente no es fácil siquiera con la ayuda de la maquinaria pesada que existe en la actualidad. En la parte alta de la corriente se prensarán grandes cantidades de tierra en el río, mientras poco a poco las máquinas trabajan hacia la otra parte de la ribera. "Lo más complicado llega al final", apunta Elia. Y es que en el lugar en el que un caudal de hasta 90 metros de ancho queda reducido a pocos metros y finalmente cortado, el agua adquiere una gran fuerza.
Por otro lado están los secretos que pueden descubrirse en el lecho del río, como ya ocurrió en 1969: los trabajadores se encontraron con millones de monedas que supuestamente lanzaron los visitantes para conseguir buena suerte. Según la ex historiadora de la ciudad Michelle Kratts, también se encontraron restos mortales, posiblemente de personas que se suicidaron o que fueron temerarios y no sobrevivieron para contarlo.
Pero aunque se esté publicitando como un proyecto único, quizás resulte ser sencillamente desilusionante. Robert Borgatti tenía 13 años y vivía cerca la vez anterior que se desecaron las cataratas. El pasado enero relató así su experiencia al diario "Buffalo News": "Recuerdo que me desilusionó un poco, ya que el escenario era sólo un paisaje desierto de piedras, grava, ramas y máquinas".
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