El café imán de los turistas podría cerrar pronto.
El "Caffè della Pace" no tiene paz. Imán de turistas y de famosos en pleno corazón de Roma, podría cerrar esta semana por última vez sus puertas en la esquina que ocupa a metros de la sublime Piazza Navona. Pero su dueña promete luchar hasta el final para impedirlo.
Con su decoración barroca y "art déco", el local es recomendación fija de toda guía turística y acogió en sus mesitas de mármol a figuras como Federico Fellini, Al Pacino, Sophia Loren o Woody Allen, que filmó en el lugar una escena de su película "To Rome With Love".
Sus 124 años de historia corren ahora el riesgo de acabar con un cierre forzoso el 16 de septiembre, porque los propietarios del palacio Gambirasi en la Via della Pace no quieren prolongar el contrato de alquiler al café.
Daniela Serafini, cuya familia gestiona desde 1961 el local inaugurado en 1891, quedaría entonces en la calle junto con su veintena de empleados. Pero la dueña del Caffè della Pace (Café de la Paz) no se da por vencida.
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"Cerrar el café sería como arrancar las raíces de ese árbol que es Roma", explica la mujer de 65 años. En la pared cuelga un documento que confirma sus palabras y acredita que el café es "un local histórico de Italia".
Por el momento, sin embargo, no se vislumbra solución. El "palazzo" cuya planta baja ocupa el café, es propiedad del instituto pontificio Santa Maria dell’Anima, sede de los católicos de lengua alemana en Roma.
El contrato de alquiler venció ya en abril de 2011. A principios de 2014 llegó al local el anuncio de desalojo. Serafini, que paga unos 7.000 euros mensuales de alquiler (7.900 dólares), reunió 50.000 firmas para preservar el local y las envió al alcalde Ignazio Marino.
Pero tanto el político como el propietario del edificio hicieron oídos sordos a sus reclamos, acusa Serafini. "El rector del ‘Anima’ (Xaver Brandmayr) no nos habla ni nos recibió". Apenas respondió por sms que el tema "llevaba tiempo resuelto en la Justicia", asegura.
Brandmayr defendió su posición por otros medios: el año pasado escribió una carta abierta denunciando que se estaban diciendo "mentiras inmensas" en torno al tema.
El rector explicó que trabajaba para poder sanear el "palazzo", más que necesitado de refacciones, con el apoyo de inversores. Y que no tenía ningún interés en permitir que el café desaparezca.
Serafini asegura que ofreció incluso pagar más alquiler y que su oferta no obtuvo ninguna respuesta. La mudanza está fuera de sus opciones: "El Caffè della Pace es esto aquí", sentencia mirando los suelos de madera, la columna en medio del salón y el viejo piano.
La suerte del emblemático café está lejos de ser excepcional. El cambio afecta a todo el centro histórico de la Ciudad Eterna. Antiguos vecinos se marchan y muchos comercios pequeños o artesanos se ven desplazados por tiendas de recuerdos y de comida rápida.
"Ya he visto tanto cambio", constata Serafini. Para saber si su café es una víctima más de ese proceso, habrá que ver si en el plazo establecido se presentan los funcionarios para desalojarlo. La signora Serafini espera dispuesta a resistir hasta el final.