La venta de licencias del trofeo de caza más caro del mundo financia la conservación de la especie
La cacería puede formar parte del círculo virtuoso de la preservación de una especie y contribuir al turismo sostenible. Este es el caso de la Reserva del Cimarrón, en el Ejido Bonfil, en Baja California, un ejemplo de cómo la actividad cinegética no sólo no merma a la especie (cuando empezaron en 1996, habían 160 borregos, y hoy han llegado a censar más de 500), sino que deja una derrama económica que se destina al manejo de la Reserva y al progreso de la comunidad.
El ejido está registrado como una Unidad de Manejo Ambiental (UMA), promovida por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) para la conservación del cimarrón. Todo parte de un adecuado manejo de licencias: de cinco a siete por temporada, en función de la población.
Estas se subastan en Estados Unidos en febrero para la cacería de diciembre del mismo año, su precio de salida es de 35 mil dólares y suelen alcanzar hasta 60 mil dólares.
«No es conveniente vender más licencias, estamos en un programa de conservación, al aumentar la oferta baja el precio; si vendemos 10 licencias a 35 mil, entra menos dinero a la reserva que si se venden siete licencias a 60 mil dólares», comenta Luis Chavarría, uno de los líderes, quien tiene muy claro cómo se comporta el mercado: «esto va a un cazador elitista que paga por la exclusividad, reducir el número de licencias mantiene el interés y hace subir el precio».
Condiciones de la cacería
El permiso tiene una vigencia de 10 días, vale por una única pieza y un solo cazador, aunque en el grupo pueden ir hasta 12 personas.
La excursión incluye guías, intérprete, estancia en las cabañas turísticas del ejido o en campamento en el trayecto, el cual es instalado por un grupo que se encarga de que este y la comida estén listos para cuando llegue el grupo de cazadores.
La excursión dura hasta diez días, haya o no presa. Lo cierto es que desde que se creó esta UMA, no hay cazador que se haya ido sin su cimarrón, a excepción de uno ?quien por cierto ha venido ya dos veces? y si se ha marchado sin su animal, explica Luis Chavarría, es porque pretende cazarlo con arco y flecha por ser el único método que considera equitativo con la presa más preciada del continente.
«En general no es sino hacia el quinto día de cacería cuando se encuentra el borrego indicado: este debe tener por lo menos siete años y medio y una encornadura de adulto, que es más grande mientras más viejo es, en lo cual radica el valor del trofeo», afirma Chavarría.
«Los mejores son los machos viejos, de unos nueve años, pues su cornamenta está más maltratada y esto le da más valor», precisa este guía, veterano de más de 130 cacerías.
En todo caso, al localizar a un cimarrón susceptible de cazarse, el guía cuestiona al cazador si está seguro de que es ese el que reúne las características deseadas. Al final lo que interesa es el puntaje de los cuernos y este guía, aunque se resiste a calcularlo a distancia, suele tener un margen de error de un punto, fama que le ha valido la confianza de los cazadores al momento de jalar el gatillo.
La creación de esta UMA ha dado sus frutos. Hoy, las comunidades están conscientes de la importancia de preservar sus recursos, se han capacitado para ofrecer mejores servicios afines con la conservación del ecosistema, y saben que el ecoturismo puede ser un negocio, que se incrementa a razón de 20 por ciento anual.