Cruzamos la frontera una vez más hacia las grandes planicies de la patagonia argentina, donde encontramos lagos, cañones y pinturas rupestres de miles de años de antigüedad.
Habían pasado mas de dos semanas desde nuestra última incursión en terreno argentino, y ahora las condiciones demandaban regresar al otro lado de la frontera. Chile nos había ofrecido infinidad de paisajes impresionantes y maravillas inesperadas, pero la carretera Austral llegaba a su fin. Sabíamos que el camino seguía un poco mas al sur, hasta el poblado de Cochrane, sin embargo los cruces desde aquí hacia Argentina eran poco conocidos, y habíamos recibido información poco exacta sobre su viabilidad, incluso algunos nos dijeron que solo era posible recorrerlos a pie. Con esta información poco confiable mejor decidimos cruzar por la población de Chile Chico.
Salimos de puerto tranquilo con rumbo al este, bordeando las costas del Lago General Carrera. No esperábamos demasiado de este recorrido, pero como de costumbre en Chile, quedamos anonadados con los paisajes que se iban describiendo alrededor del camino. Enormes praderas llenas de lavanda, riachuelos de color azul lechoso y acantilados enormes nos vigilaban paso a paso. Cada kilómetro bordeábamos la majestuosa cordillera nevada de un lado, mientras que del otro disfrutábamos el paisaje de las agitadas aguas del lago.
El viento arreciaba conforme avanzábamos y en cierto punto pensamos que una tormenta nos alcanzaría desde el otro lado de la montañas, pero afortunadamente no pudo embestirnos. Seguimos bordeando el lago hasta que tuvimos a la vista Chile Chico, recuperamos fuerzas en este lugar y poco tiempo después cruzamos la frontera. Una vez del lado argentino recorrimos pocos kilómetros hasta el poblado de los Antiguos también a la orilla del lago, que del lado Argentino es llamado Buenos Aires.
Iniciamos el día siguiente con buenos ánimos y avanzamos hacia el Poblado de Perito Moreno, donde tardamos horas en lograr que alguien cambiara nuestros pesos chilenos a argentinos. Finalmente continuamos hacia el sur, sobre la legendaria ruta 40, la carretera mas larga de la República.
El viento arreció terriblemente, arremetiendo contra nosotros desde el oeste, los caminos también empeoraron, cada vez con piedras mas grandes y grava suelta. Nos desviamos un poco del camino principal para visitar la «cueva de las manos» una colección impresionante de pinturas rupestres de mas de 10,000 años de antigüedad. Este sitio, patrimonio de la UNESCO, se encuentra dentro de las paredes del cañón del Río Pinturas donde ha sido protegido del inclemente viento desde que los antiguos patagones visitaban el lugar en sus viajes de caza. Las manos fueron impresas sobre la roca a lo largo de miles de años, junto con impresiones de Huanacos y otros animales de la región, lo cual hace mas impresionante la longevidad de este lugar.
En este momento, la tarde caía sobre nosotros y en la desolación de la planicie argentina avanzamos hasta el poblado de Bajo Caracoles, en una intersección de la Ruta 40 donde no hay mas que una gasolinera y un puñado de casas alrededor de la jefatura de policía. No encontramos donde quedarnos y tuvimos que acampar en el jardín de un lugareño, disfrutando del impresionante atardecer. Al día siguiente seguiríamos son rumbo sur, hacia las maravillas del Chalten.