Volvemos a Chile para ver las maravillosas Torres del Paine, sus lagos, glaciares, impredecible clima e interminables caminos de senderismo.
Dejando atrás la mágica experiencia en los glaciares argentinos, volvimos a tomar camino hacia el sur y regresamos una vez más a Chile. Desde el Calafate nos desplazamos unos 50 kilómetros al oeste hasta encontrarnos con la frontera. A excepción de algún contrabando de frutas no permitidas por los chilenos, cruzamos sin problema y nos encontramos en el pequeño poblado de Cerro Castillo. Éste lugar es el último punto de civilización antes de entrar al majestuoso Parque Nacional Torres del Paine.
Recorrimos el tramo hasta la entrada del parque y nos registramos en un estricto control, donde se determina el tiempo de estadía en el parque y se hace firmar a los visitantes una responsiva para evitar incendios forestales. A partir de este punto los caminos de ripio fueron la norma, los vientos arreciaron y densas nubes ocultaban los famosos colosos de roca.
Antes de que llegara la noche arribamos al campamento Torre y levantamos nuestras casas de campaña para pasar la noche.
Durante la madrugada el viento no se detuvo e incluso aumentó llegando a ser tan fuerte como para arrancar la tienda de Héctor, afortunadamente yo me había refugiado cerca de un árbol y no tuve que sufrir como él. Por la mañana, el clima había mejorado y nos dio oportunidad para recorrer el camino hasta la base de las torres. Similar a el monte Fitz Roy, las Torres del Paine son una carnada imposible de resistir para senderistas de todos los lugares del mundo. La escalada es pesada, pero el paisaje es impresionante: Enormes cañadas, valles gloriosos, y ríos caudalosos son algunas de las cosas que debimos pasar antes de llegar a la cumbre. A partir de este lugar, el ascenso es solo apto para alpinistas pero aun pudimos probar la gloria con una vista impresionante. Aunque tuvimos un día soleado, la temperatura era gélida y el viento en la cima era fuerte.
Después de nuestro descenso, comenzamos a explorar otras rutas dentro del parque, pero nos dimos cuenta que esto podría tomar días o incluso más de una semana. Existe un recorrido que puede llevar hasta 10 días de trekking. A pesar de que sonaba tentador, decidimos dar la vuelta al parque de la manera fácil: en moto.
Comenzamos por rodear el Lago Nordernskjold por la cara sur y desde ahí recorrimos el camino que bordea el majestuoso lago Pehoe de color turquesa. Durante el trayecto las Torres eran visibles, revelando a cada kilómetro un aspecto diferente de la impresionante cadena montañosa.
Finalmente llegamos a las orillas del lago Grey, el más grande y peculiar de la zona por estar plagado de grandes trozos de hielo provenientes del glaciar del mismo nombre.
Este rincón del sur Chileno tiene una gloria indescriptible que sin duda le hace honor a su renombre como uno de los lugares mas bellos del planeta, y conocerlo fue toda una experiencia. Desde aquí solo podríamos continuar en ferry, por lo que decidimos recorrer nuestros pasos de vuelta e iniciar el camino hacia Puerto Natales, el inicio de la Ruta del fin del mundo.