La esencia del Norte
Extracto de la edición de agosto de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Cory Richards
Féodor Romanenko levanta los brazos. «Dear colleagues», dice, con su acostumbrada sonrisa pícara, y luego empieza a hablar en francés con acento ruso.
«Dear colleagues (queridos colegas)» no son las únicas palabras en inglés que conoce, pero sin duda son sus favoritas, útiles para llamar la atención de un variopinto grupo internacional como el nuestro. Queridos colegas, ¡hora de comer! Hagámoslo aquí arriba en la colina antes de que lleguen los vientos fuertes y la próxima tormenta de nieve.
Queridos colegas -alardea alegremente en nuestra asamblea vespertina-, hoy mi grupo hizo cinco descubrimientos maravillosos, ¡incluidos dos tipos de basalto! ¡Y algunos sedimentos mesozoicos! ¡Y pruebas de una reciente desglaciación!». Romanenko es geomorfólogo de la Universidad Estatal de Moscú; después de 28 temporadas en las costas e islas del océano Ártico el entusiasmo por su trabajo aún conserva su jovialidad. Al recorrer los agrestes paisajes boreales exuda una alegría contagiosa mientras hace ciencia de campo: realizar observaciones de cerca, ver patrones, recopilar datos que puedan ayudar a responder, entre otras cosas, la pregunta acerca del hielo.
Hemos venido al norte con Romanenko, al alto Ártico ruso, a un archipiélago conocido como Tierra de Francisco José y, aunque no es nuestro propósito principal, subyacen tres preguntas: ¿por qué se está derritiendo el hielo perenne?, ¿Qué tan lejos llegará este derretimiento? Y ¿Cuáles serán las consecuencias ecológicas? Cuando se hace una expedición biológica a las regiones altas polares, la pregunta del hielo es importante.
La Tierra de Francisco José abarca 192 islas, la mayoría formadas por sedimentos mesozoicos cubiertos con una capa de basalto columnar.
Fotogalería: Vida bajo el Ártico (Lo que la expedición encontró)
Durante un mes avanzamos en zigzag por el archipiélago, atraídos aquí y allá por la oportunidad y a expensas del estado del tiempo; evitando los vientos que impulsan el impetuoso hielo y los icebergs; desembarcando cuando nos lo permiten los osos polares; admirando las morsas, las gaviotas marfileñas y las ballenas boreales; recopilando datos en lugares donde siempre se habían recopilado pocos.
Nuestro barco es el Polaris, una nave turística reacondicionada, con armarios convertidos e laboratorios, microscopios sobre las mesas del comedor y todo un salón lleno de equipo de inmersión que incluye trajes de buceo para proteger a nuestros buzos del agua a -1ºC. El equipo incluye rusos, estadounidenses, españoles, británicos, un australiano y un par de franceses.
Para el viaje tenemos un líder: el explorador titular de National Geographic Society, Enric Sala, inteligente ecólogo marino que ha organizado este complejo esfuerzo internacional.
Los científicos de este equipo hacen lo que los buenos científicos de campo siempre hacen: reúnen observaciones cuantitativas de datos particulares. Haciendo inmersión tras inmersión en agua helada. Alan Friedlander identifica 16 especies de las zonas poco profundas árticas y empieza a cuestionarse por qué aquí la diversidad parece ser baja. Kike Ballesteros, quien también pasa sus días vestido con traje de buzo los dedos entumecidos y las mejillas rojecidas, realiza un inventario minucioso y evaluaciones de la biomasa de las algas marinas, algo nunca antes hecho. Maria Gavrilo y su equipo censan gaviotas, como las marfileñas y las tridáctilas. Forest Rohwer y su estudiante de licenciatura, Steven Quisted, capturan miles de millones de virus en diversos medios que los albergan, como fango de playa y guano, y determinarán sus percepciones al encontrar la secuencia de su ADN en el laboratorio. Mike Fay identifica y recolecta más de 30 especies de plantas florecientes. Daria Martynova toma muestras de una columna de agua que contiene copépodos. Estos esfuerzos y todas las demás observaciones reunidas durante esta expedición ayudarán a responder preguntas menores dentro de la gran pregunta principal.
Miles de aves marinas llegan a su reproducción a la roca Rubini, en la isla Hooker, parte de la Tierra de Francisco José.
¿Está cambiando la comunidad planctónica? ¿Se están reproduciendo las gaviotas tridáctilas y los araos de Brünnich tan exitosamente como en el pasado? ¿Han sido afectadas la fauna del fondo de mar y la flora terrestre por las tendencias del cambio de temperatura? ¿Se han concentrado más los osos polares en las islas, aislados ahora que el hielo marino ha desaparecido de la Tierra de Francisco José durante el verano? Esto es ecología, todo está interconectado. Todo el corpus de datos y los análisis se reunirán en los próximos meses en un informe resumido bajo la supervisión editorial de Sala.
En la imagen principal de este artículo, unas morsas que se acercan a un bote de la expedición.