En el reino animal abundan los individuos albinos y leucísticos, desde ardillas hasta cangrejos de río.
Es común encontrar en la naturaleza individuos inusualmente blancos de diversas especies. Aunque hace poco conocimos a Omo, la rara cría de jirafa blanca detectada en el Parque Nacional Tarangire de Tanzania, de pronto pueden sorprendernos desde águilas hasta cangrejos de río.
El fenómeno puede ocurrir de tres maneras: por albinismo, leucismo, e isabelinismo.
Los albinos verdaderos no pueden producir pigmento alguno, de allí su coloración blanca y sus ojos rosados: los vasos sanguíneos, normalmente ocultos por el color de los ojos, se ponen de manifiesto.
El albinismo es un rasgo recesivo, eso significa que los dos progenitores deben pasar la mutación a sus crías. Copito de Nieve, un gorila occidental de tierras bajas albino, fue procreado por individuos que le heredaron copias del gen que se encuentra en otros animales albinos, como ratones, caballos, y gallinas.
Los animales leucísticos son eminentemente blancos, pero pueden producir algunos pigmentos; por ejemplo, muchos tienen color en los ojos. Hace poco detectaron dos monos araña blancos en un bosque tropical colombiano, los cuales probablemente presentan esta condición.
El tercer trastorno se llama isabelinismo, y es una mutación genética que diluye el pigmento de las plumas de los pingüinos. Los animales que presentan isabelinismo difieren de los albinos porque aún pueden producir pigmentos.
Los términos leucístico y isabelino suelen utilizarse indistintamente para describir la coloración parduzca o ?rubia? de los pingüinos que presentan esta alteración.
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