Todavía no están puestos los tees de golf, pero el pasto preferido para delimitar los greens ya crece en King George Island, a 120 km del continente helado.
Los científicos advierten el peligro de las especies invasoras en el ecosistema.
Los científicos no están contentos. «Tarde o temprano, las especies invasoras se convierten en un gran problema», explicó Maj de Poorter, una investigadora sobre las especies invasoras de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda. Poorter se encuentra entre los científicos que proclaman una lucha en contra de los invasores que atacan los ecosistemas únicos de la Antártida.
Cada vez más turistas e investigadores llegan a la Antártida todos los años. Para la temporada de 2006-2007, la Asociación Internacional de Operadores de Turismo Antártico (International Association of Antartica Tour Operators, IAATO) espera que al menos 28 000 personas lleguen al territorio.
De acuerdo con Poorter, cada temporada recibe hasta 10 000 científicos. Este aumento en el tráfico humano representa un incremento en la probabilidad de que algunas especies extranjeras se introduzcan y establezcan en el territorio.
«Cuantas más especies extranjeras o no-nativas lleguen ahí, más posibilidades hay para que alguna pueda establecerse y vivir en el lugar», expresó Poorter. Otro invasor es el cangrejo araña del Atlántico Norte. Se han encontrado hembras y machos en el agua cerca de la Península Antártida. Según los científicos, es posible que se hayan escondido en los lastres de los buques.
Los barcos guardan agua en los tanques para estabilizarse en el mar. Por lo tanto, los organismos que viven ahí son transportados a un nuevo medio ambiente cuando se desecha el agua. Y mientras que los invasores viajan a un nuevo continente por medio de barcos y aviones, el clima, cada vez más caliente, les permite sobrevivir ahí. «Ese es otro problema», afirmó de Poorter.
Organismos microscópicos
John Pricu, científico ambiental de la Universidad Estatal de Montana, Bozeman, ha estudiado durante 22 años los organismos microscópicos en los valles secos de McMurdo en la Antártida. Pricu opina que el clima del lugar se está enfriando, pero lo más preocupante es la contaminación del medio ambiente por bacterias humanas y de otras regiones antárticas.
Por ejemplo, los investigadores han encontrado focas y pingüinos infectados con bacterias provenientes de las aguas residuales de la base de investigación de la Estación McMurdo. Y en la base cercana, Scott, las focas se han infectado con moquillo canino, virus transmitido por los perros de los investigadores.
Para prevenir la contaminación, Priscu y sus colegas se visten con trajes especiales siempre que trabajan en los lagos. Los investigadores también siguen un estricto protocolo para asegurarse que el equipo que utilizan al explorar una región no transmita bacterias a otra zona.
Priscu se encuentra en medio de en un debate sobre si es permitido taladrar, con propósitos de investigación, en el lago Vostok -el lago helado más grande de la Antártida-, y arriesgar así la contaminación por medio de bacterias humanas. «Un grupo de personas arguye que no pasa nada. Pues, ¿qué puede vivir ahí?», comentó.
Pero la razón es que las bacterias humanas crecen protegidas en un ambiente que se encuentra a 37 grados Celsius, y este lago está helado, protegido de la luz y carente de nutrientes. «El punto es que estamos encontrando cada vez más extremófilos en el lugar», explicó Priscu, refiriéndose a los organismos que pueden sobrevivir en ambientes extremos, como el lago Vostok. «El ecosistema de la Antártida prácticamente no posee diversidad, comparado con los ecosistemas templados. Pero al calentarse, el ambiente comenzará a recibir una cantidad mayor de organismos», explicó Priscu.
Creando conciencia
De acuerdo con Poorter, la invasión extranjera de la Antártida -al menos en la tierra- aún no es de «proporciones de plaga», pero sí es una señal de lo que se aproxima. «Es cuestión de ser más conscientes del problema para trabajar desde un punto de vista preventivo», afirmó.
En el agua la situación podría resultar peor: nadie sabe a ciencia cierta qué organismos habitan ahí; originarios o invasores. «Creo que la conciencia está creciendo -agregó-. En ciera medida, proviene de la experiencia derivada de los terribles impactos observados en otras zonas de la Tierra. Todo va de la mano».
Dentro de los puntos de la Reunión Consultiva del Tratado Antártico que se llevó a cabo en Edinburgo, Escocia, el mes pasado, y con la creciente conciencia sobre las especies invasoras, se adoptaron nuevas medidas para reducir el riesgo de las especies no-nativas.
Como primer paso, se les solicitará a los barcos visitantes que desechen el agua del lastre antes de llegar al océano que rodea a la Antártida. En última instancia, Poorter espera que la Antártida permanezca prístina, hasta cierto punto, por razones filosóficas.
«La Antártida todavía se mantiene en la imaginación colectiva como el último lugar en la Tierra donde la gente puede convivir con el medio ambiente -declaró-. Por lo cual creo que es de beneficioso para todos tener la oportunidad de ser proactivos y así protegerla mejor de como lo hemos hecho con el resto del mundo».