Desde 1948 constituyen una región autónoma dentro del reino danés, que tiene su propio parlamento y primer ministro.
John Vaagseid habla de la caza de ballenas como los campesinos hablan del engorde de cerdos. «Este año, las ballenas han estado flacas», dice. «Esto significa que vamos a tener que matar a algunas más para que tengan otra vez más comida». En las Islas Feroe, la conversación rápidamente gira en torno a la caza de ballenas. Y John Vaagseid no es la excepción.
El conductor del autobús lleva a los turistas y los vecinos a una isla tras otra. «Cuando llegan las ballenas, todos comienzan a moverse a toda velocidad, porque entonces el mayor número posible de habitantes tiene que desamarrar sus barcos y empujar a las ballenas hacia la playa para matarlas».
El restaurante «Koks» se encuentra en el hotel de cuatro estrellas «Føroyar» en la capital, Tórshavn. La ciudad, que con sus 20.000 habitantes aproximadamente es una de las capitales más pequeñas del mundo, está situada en el extremo sur de Streymoy. En el «Koks», Leif Sørensen sirve la pesca del Atlántico. «Nosotros comemos la carne de ballena de la misma manera que hace 100 años», dice el cocinero. En aquel entonces, los habitantes de las Islas Feroe dependían de la caza de ballenas: «Sin la pesca de ballenas no hubiéramos sobrevivido en estas islas».En el pasado sólo llegaban a las islas dos transbordadores con trigo a la semana procedentes de Dinamarca, la madre patria. Las 18 islas situadas en el Atlántico norte, entre Escocia e Islandia, aún pertenecen políticamente a Dinamarca. Desde 1948 constituyen una región autónoma dentro del reino danés, que tiene su propio parlamento y primer ministro.
Karl Mikkelsen, que hoy tiene 69 años, abandonó hace tiempo su profesión de pescador. Mikkelsen vive en Gásadalur, en la isla de Vágar. En el oeste, acantilados escarpados separan a Gásadalur del mar; en el norte, este y sur, la pequeña ciudad está rodeada de montañas empinadas, cuyas cimas muchas veces desparecen detrás de densas capas de nubes: todo esto hace que Gásadalur sea una localidad impresionantemente hermosa y al mismo tiempo impresionantemente solitaria. Fue justamente este aislamiento al que Mikkelsen debe su segunda profesión: se hizo cartero de Gásadalur, un trabajo muy duro.
Tres veces a la semana trepaba en bicicleta por la antigua ruta del correo, sobre la sureña montaña Rógvukollur, de 464 metros de alto, hasta el siguiente pueblo para distribuir allí el correo y hacer pequeñas compras para algunos habitantes de Gásadalur. Muchas veces había tormentas tan fuertes que el cartero tenía que acostarse sobre la bicicleta cuando llegaba al paso montañoso y sólo podía avanzar muy lentamente. Hasta que en 2006 se terminó de construir un túnel por la montaña, conectado con Gasádalur. Entonces, Mikkelsen se jubiló.La antigua ruta de correo sigue atrayendo mucho a excursionistas. Sin embargo, no deberían caminar irreflexivamente por la naturaleza feroesa, porque está llena de seres mitológicos. Randi Meitil sabe cómo esquivar al «huldufólk». Meitil, una mujer de pelo intensamente rojo, a menudo sale en coche de Tórshavn para ir a caminar, a veces sola, a veces acompañada de turistas. Los «huldufólk», palabra que significa «los escondidos», se parecen mucho al ser humano, relata la mujer.Maitil, de profesión maestra, señala una piedra debajo de la cual viven los «huldufólk». Los feroeses dejan en el lugar un vaso de leche para ganarse a «los escondidos». Los mitos todavía están muy vivos en la cultura feroesa. Cuando hace algunos años se asfaltó una calle cerca de la catedral, en el centro de la capital, las obras tenían que eludir una piedra grande, relata Meitil, porque todo el mundo sabía que esta pertenecía a los «huldufólk». Quitar la piedra para rectificar la calle hubiese sido inimaginable.
Vigar Hvidbro tiene la mente puesta en algo bien diferente: se acerca el próximo partido de fútbol. Hvidbro es presidente de la federación nacional de fútbol, la Fótbóltssamband Føroya (FSF). El fútbol desempeña un papel importante para el orgullo nacional de los isleños. Las Islas Feroe son miembro de la FIFA y la UEFA. Hasta el día de hoy se sigue hablando de la victoria por 1-0 conseguida hace más de dos décadas ante Austria. Un problema es la falta de jugadores jóvenes. «Muchos salen a estudiar y ya no vuelven», dice Hvidbro.
Simun av Skardi, en cambio, ha regresado: «Vivimos 12 años en Dinamarca pero siempre teníamos nostalgia». Por eso, este profesor de alemán jubilado decidió regresar con su mujer a Sandoy, en el sur del archipiélago. Allí, el paisaje es más suave que en las islas norteñas, dice Av Skardi. En los cerros de Sandoy hay muchas de las típicas casas feroesas con sus tejados de hierba. Muchas veces se pueden ver frente a esas casas pescados tendidos en cuerdas para que se sequen, junto con carne de cordero y trozos de ballena.
Recientemente, los habitantes de Sandoy empujaron hasta la costa unas 130 ballenas. «En 12 minutos ya estaban todas muertas», dice Av Skardi. La escena debió de haber sido similar al cuadro colgado en la pared de su cuarto de trabajo: ballenas varadas en un mar lleno de sangre. Afortunadamente, a la mayoría de los turistas no se les ha presentado esta imagen. Ellos recuerdan sobre todo el paisaje intensamente verde, el mar bravo y las cimas envueltas en nubes.