La misión del explorador Zoltan Takacs es desarrollar nuevos medicamentos contra los venenos mortales de los ofidios
No es fácil encontrar serpientes mortales, pero las cobras marinas son la excepción. Entre las olas en Fiji atrapé cuatro, una tras otra. Por suerte, es raro que muerdan. Mientras sostenía una de la cabeza, le extraje sangre del corazón. Después la liberé. El ADN de sus células contiene información básica sobre las toxinas de su veneno. Estas sustancias son de las mejores moléculas mortales de la naturaleza, el objetivo de mi investigación en la Universidad de Chicago. Las serpientes me han fascinado desde que crié víboras bufadoras en mi habitación cuando era adolescente en Budapest. Desde entonces, como herpetólogo, piloto, buzo y fotógrafo de vida silvestre, he viajado a 134 países para estudiar toda clase de serpientes venenosas.
Mi equipo descifró el misterio de por qué las cobras no mueren con su propio veneno. Nuestra investigación podría ayudar a descubrir nuevas medicinas que salven vidas para tratar enfermedades autoinmunes como diabetes y esclerosis múltiple. Se han estudiado menos de 1?000 toxinas animales, de las cuales han derivado más o menos una docena de medicinas. Pero existen unas 20 millones más. Intento recolectar muestras de tantas cuantas pueda. Representa retos: me he cruzado con piratas, rebeldes y elefantes en las selvas; he sobrevivido a seis mordeduras de serpientes venenosas; y una cobra escupidora me lanzó su veneno a la cara. Como tengo alergias a venenos y a antivenenos, he aprendido a ser más cauteloso. Los exploradores deben conocer sus límites. Solo así podemos intentar sobrepasarlos.