Desde Irak, el corresponsal Lynsey Addario observa la caída del presidente egipcio Mubarak
Desde Bagdad, Lynsey Addario vio por televisión las protestas de la Plaza Tahrir, en El Cairo, a principios de febrero. Ansiaba salir de Irak para reportar sobre la historia que se desarrollaba allá, pero debía completar una cobertura. Así que salió a la ciudad para experimentar la revolución egipcia con los iraquíes. En una peluquería de Bagdad encontró a Jalal Khalil (de rosa) y sus clientes viendo las noticias. «Me torturaba ver Egipto y la caída de Mubarak por televisión -dice Addario-. He cubierto el Medio Oriente y el sur de Asia durante 11 años y, aunque Egipto en particular no era el centro de mis reportajes, resultaba muy difícil ver cómo se hacía historia en la televisión. ¡Suelo estar en el centro de esas situaciones!».
DETRÁS DE LAS CÁMARAS
Lynsey Addario no tardó mucho en llegar al corazón de la acción.
En el transcurso de las siguientes semanas, Addario viajó desde Afganistán hasta Egipto y de Bahréin a Libia, donde el 15 de marzo, mientras hacía un reportaje para New York Times, fue capturada a punta de pistola por fuerzas del gobierno libio cerca de la ciudad de Ajdabiya, junto con el fotógrafo Tyler Hicks, el reportero Stephen Farrell y el jefe de asuntos de Beirut del Times, Anthony Shadid. Transportaron a los periodistas, con frecuencia atados y con los ojos vendados, a distintos lugares durante tres días. Nadie fuera de Libia sabía dónde estaban. Soportaron golpes y otros abusos por parte de sus captores. Posteriormente, el grupo fue puesto en un avión con destino a Trípoli, donde se iniciaron negociaciones diplomáticas para conseguir su liberación. Mantuvieron a los cuatro en una casa de seguridad hasta el 21 de marzo, después fueron transportados alrededor de la frontera libanesa a Túnez para finalmente ser puestos a salvo.