En el futuro, la gente que necesite una parte del cuerpo podría tenerla de vuelta, reproducida en el laboratorio a partir de sus propias células.
Sólo en Es tados Unidos, más de 100 000 personas esperan un trasplante de órgano; a diario mueren 18 de ellas. No solo hay escasez de órganos sanos, sino que además debe haber compatibilidad entre donante y paciente, o el sistema inmunológico del paciente puede rechazar el trasplante.
Un nuevo tipo de solución se incuba en los laboratorios médicos: órganos «bioartificiales» que crecen de las propias células del paciente. Treinta personas ya han recibido vejigas reproducidas en laboratorio, y hay planes para crear otros órganos. La técnica para reproducir la vejiga fue desarrollada por Anthony Atala, del Instituto Wake Forest para Medicina Regenerativa de Winston-Salem, Carolina del Norte.
Los investigadores toman células sanas de la vejiga enferma de un paciente, hacen que se multipliquen profusamente en una caja de Petri, luego las aplican en una estructura en forma de globo hecha en parte de colágeno, la proteína presente en el cartílago.
Las células musculares van en el exterior; las uroteliales (que recubren las vías urinarias), en el interior. «Es como hornear un pastel en capas ?comenta Atala?. Vas colocando las células una tras otra al aplicar esos ingredientes». La vejiga que se crea entonces se incuba a temperatura corporal, hasta que las células forman tejido que funciona.
Todo el proceso tarda de seis a ocho semanas. Es más difícil cultivar órganos sólidos con muchos vasos sanguíneos, como riñones o hígado, que los huecos como la vejiga. Pero el equipo de Atala -que trabaja en 22 órganos y tejidos, incluidas orejas- hace poco produjo una trozo de hígado humano que funciona.
Uno de los instrumentos que usan parece una impresora de inyección de tinta; «imprime» distintos tipos de células y la estructura del órgano capa tras capa. Otros laboratorios también compiten en la creación de órganos bioartificiales. En la Universidad de Columbia han reproducido un maxilar; en Yale, un pulmón.
En la Universidad de Minesota, Doris Taylor fabricó un corazón de rata que late cultivando células de una rata en una prótesis que hizo a partir del corazón de otra (al cual le quitó sus propias células). Y en la Universidad de Michigan, H. David Humes creó un riñón artificial de células sembradas en una prótesis sintética.
Ese riñón, del tamaño de un teléfono celular, ha pasado tres pruebas en ovejas; aún no es implantable, pero se puede usar y, a diferencia de un aparato de diálisis, no solo filtra las toxinas de la sangre: también produce hormonas y realiza otras actividades renales.
Reproducir el órgano de un paciente no siempre es posible, por ejemplo, cuando el original está muy dañado por cáncer. Una solución para ese tipo de pacientes podría ser un banco de células madre. El equipo de Atala ha demostrado que las células madre pueden extraerse del líquido amniótico en el útero, sin dañar los embriones (y, por consiguiente, sin polémica política).
Con paciencia, los investigadores han logrado que esas células se conviertan en corazón, hígado o células de otros órganos. Un banco de 100 000 muestras de células madre, explica Atala, tendría suficiente variedad genética para satisfacer la compatibilidad de casi cualquier paciente.
Los cirujanos ordenarían el cultivo de los órganos que necesitaran, en lugar de esperar por cadáveres que tal vez no ofrezcan una compatibilidad perfecta. «Hay pocas cosas tan devastadoras para un cirujano como saber que tiene que sustituir un tejido y que está haciendo algo que no es lo ideal -lamenta Atala, cirujano urólogo él mismo-. ¿No sería estupendo si pudieran reproducir su propio órgano?» Estupendo para el paciente es lo que quiere decir.