En Sri Lanka, los elefantes huérfanos tienen una segunda oportunidad de vida. El Asilo Transitorio para Elefantes (ETH, por sus siglas en inglés), del Parque Nacional Udawalawe, recibe cada año una docena de crías que han perdido a sus manadas, a menudo a causa de campesinos que, para proteger sus cosechas, ahuyentan o matan a los elefantes adultos.
Refugio para pequeños gigantes
En Sri Lanka, los elefantes huérfanos tienen una segunda oportunidad de vida. El Asilo Transitorio para Elefantes (ETH, por sus siglas en inglés), del Parque Nacional Udawalawe, recibe cada año una docena de crías que han perdido a sus manadas, a menudo a causa de campesinos que, para proteger sus cosechas, ahuyentan o matan a los elefantes adultos.
El personal de ETH alimenta y cuida a las crías, que a veces llegan heridas de bala o lesionadas a raíz de sus andanzas. Para incrementar las probabilidades de supervivencia de sus protegidos, «se minimiza el contacto humano y se fomentan los vínculos entre elefantes», explica Ian Redmond, de la Fundación Nacidos Libres, la cual ayuda a financiar este refugio.
Tras alrededor de tres años de cuidados, las crías sanas son devueltas a la vida salvaje. Estos esfuerzos son, en gran medida, actos de veneración: en la mayor parte de este país budista, los elefantes son antiguos símbolos religiosos que aún recorren las calles durante las festividades, llevando en sus lomos reliquias sagradas.