Grupos de músicos han trabajado exhaustivamente en las aisladas mesetas del Tíbet para grabar baladas de amor, melodías de bebedores y canciones para apaciguar bestias salvajes.
La música autóctona peligra debido a la creciente modernización
Red Cliff Village, China Grupos de músicos han trabajado exhaustivamente en las aisladas mesetas del Tíbet para grabar baladas de amor, melodías de bebedores y canciones para apaciguar bestias salvajes. La razón es que los alumnos de la Universidad Normal Qinghai tratan de rescatar la música tradicional tibetana, que empieza a desaparecer a consecuencia del conflicto cultural y de la globalización.
Dirigidos por el profesor de antropología, Gerald Roche, el equipo combate fuego con fuego mientras utiliza dispositivos de alta tecnología para captar la música que se pierde a causa de la creciente modernización. «El objetivo es digitalizar las canciones que grabamos y regresarlas a nuestras comunidades -informó Dawa Drolma, estudiante de 20 años de edad-. Queremos grabar todas las canciones posibles».
Con el nombre de Proyecto de la Música Tibetana en Peligro (TEMP, por sus siglas en inglés), el programa de voluntarios pretende poner en línea todas las canciones digitales como forma de archivo para futuras generaciones. Hasta ahora, los estudiantes han grabado más de 250 canciones que incluyen melodías de pastoreo, cosecha, arrullos de cuna y canciones para estimular a los yak a producir más leche.
«Es asombroso lo mucho que han logrado en un lugar tan aislado, gracias al Internet y a la tecnología digital de grabación», señaló Jonathan C. Kramer, profesor de música de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, quien ha trabajado con los estudiantes. «Incluso hace veinte años, habría sido imposible imaginar semejante proyecto».
Melodías en extinción
La música tibetana comenzó a decaer durante la Revolución Cultural, campaña de 1966 a 1976 durante la cual el gobierno chino trató de eliminar todas las prácticas «feudales» así como «hacer que el arte sirviera a la política». Sin embargo, hoy día la mayor amenaza es la modernización.
«Después de que tuvimos electricidad, hace diez años, la gente comenzó a comprar grabadoras, radios y televisores, y empezó a perder interés en las cosas tradicionales», señaló Drolma, acerca de su aislada aldea en la provincia de Gansu. Anne-Laure Cromphout, estudiante de doctorado de la Universidad Libre de Bruselas, realiza una investigación en Qinghai acerca de la relación entre la música tibetana tradicional y moderna.
Ha dicho que el influjo de la música popular china es otro de los problemas. «Las personas escuchan continuamente esa música en la radio, en [vídeo CD] y cintas grabadas -informa-. Llega y se apodera de todo». Agregó que la mecanización también ha tenido un impacto.
«Las canciones para batir mantequilla están desapareciendo porque ahora existen máquinas eléctricas que lo hacen, así que no hay necesidad de una canción que marque el ritmo». En una estéril región montañosa al oeste de la capital provincial de Xining, Drolma, voluntaria de TEMP, se sienta junto a dos abuelas en una casa de granja en Red Cliff Village para escucharlas repetir palabras de una antigua canción.
Las mujeres se inclinan cerca una de la otra como en oración, y cada cual coloca la mano izquierda alrededor de la oreja para escuchar mejor su propia voz. Las mujeres aprenden una antigua canción que se entona en la ceremonia del «cambio de cabello», raro ritual que celebra el paso de la niña a la mujer.
Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe esa tradición, pero están conscientes de que las canciones comienzan a desaparecer del recuerdo. Cairang Ji, de 61 años, es la única persona de la aldea que todavía puede interpretar la canción de 30 minutos y trata de transmitir las palabras a sus dos vecinas.
Kramer, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, explicó que la asimilación mundial de los pueblos nativos les ha despojado de sus lenguas, creencias, costumbres y formas de expresión tradicionales. La consecuencia es una creciente incidencia de enajenación, alcoholismo y suicidio entre los jóvenes de esos grupos, alertó Kramer.
Esta gente, «tras perder su identidad tradicional, parecen haber perdido algo de su capacidad para funcionar adecuadamente como seres humanos», comentó. La materia prima de los archivos musicales, agregó, podría servir para capacitar intérpretes y maestros de canciones folclóricas para perpetuar sus tradiciones.
«Podría desarrollarse un currículo educativo para enseñarle a los niños las canciones de sus antepasados y, a partir de esas canciones, podrían conocer los estilos de vida que alguna vez llevaron sus padres y abuelos».
Mantener el tempo
No obstante, será necesario superar varios obstáculos financieros para poder mantener vigente el proyecto. «La conservación cultural no ocupa un lugar prominente en la lista de prioridades de fondos para un área donde las necesidades humanas básicas todavía requieren de muchas mejoras», reconoció Roche, líder de TEMP.
El equipo de grabación que utilizan en estos momentos es de segunda mano y, durante las sesiones realizadas este año, 6 de los 17 estudiantes voluntarios informaron que los aparatos se habían descompuesto. En Red Cliff Village han convencido a Pumao Ji, una de las ancianas, que tome el micrófono.
La tímida granjera tibetana entona canciones durante 30 minutos, con una voz sorprendentemente sonora. Cuando termina, se pone los audífonos y escucha por primera vez el sonido de su voz en una cinta grabada. «Me gusta -expresa, sonriente-. Pero no soy tan buena como lo fui en mi juventud».
Pumao Ji y Pumao, la otra aldeana que ha ido a aprender la canción para el cambio de cabello, están decididas a conseguir que la música perdure. «Enseñaremos a la generación más joven -dijo Pumao-. Si no lo hacemos, las canciones desaparecerán y me pondré triste».