Wuer Kaixi ha intentado regresar a su país en cuatro ocasiones, pero las autoridades lo han rechazado.
Tras la masacre del 4 de junio de 1989 en la plaza de Tiananmen, Wuer Kaixi pasó a la lista de los más búscados por la cúpula de Pekín. El ex líder estudiantil logró huir a Hong Kong y hoy vive exiliado en Taiwan. En cuatro ocasiones, este hombre de 46 años intentó regresar a su país y presentarse ante las autoridades, pero fue rechazado. En una entrevista, Wuer cuenta qué es lo que le impulsa a seguir luchando y por qué cree que la política occidental hacia la cada vez más poderosa China es peligrosa.
– Usted es uno de los líderes estudiantiles de 1989 más buscados, pero China no lo quiere. ¿Por qué?
Wuer: Sí, me he convertido en persona non grata. El asunto no carece de ironía, y también por eso intento una y otra vez que me detengan en China. Quiero mostrar al mundo lo absurdo que es. El mundo ha llegado a un punto en el que se ha acostumbrado al absurdo del régimen chino. Y quien convive demasiado tiempo con ello, puede acabar aceptándolo, incluso en justificándolo. El mundo hace cola para peregrinar a Pekín y estrechar la mano de los que -desde mi punto de vista- son asesinos, a fin de hacer negocios, ofrecer acceso al mercado o incluso para ser rescatados de la crisis financiera.
– ¿Ha olvidado el mundo la masacre de Tiananmen?
Wuer: Es difícil olvidar Tiananmen. Los recuerdos siguen muy presentes, así que el mundo ha comenzado a hacerse su propia imagen de los hechos. Algunos dicen que los estudiantes eran demasiado extremistas, demasiado radicales. O escuchamos críticas que sostienen que los estudiantes contribuyeron a la masacre o la provocaron, como algunos sostienen. Es absurdo cómo se culpabiliza a los perseguidos en lugar de a los perseguidores, que fueron quienes dispararon y son los responsables.
– ¿Puede ser que el gobierno chino no quiera llevarlo ante la Justicia, porque entonces tendría que abordar el movimiento prodemocrático?
Wuer: Así es. En 1989 los estudiantes exigimos el diálogo. La palabra china «duihua» significa algo así como intercambio de palabras, lo que supone algo más que negociaciones. Los ciudadanos chinos querían participar en la formación de su gobierno, y eso lo exigimos hace 25 años. Hace cinco intenté por primera vez entregarme. Si hubiera tenido éxito, habría seguido exigiendo ese diálogo, aunque fuera en un tribunal entre acusación y defensa. Sería una forma de continuar con nuestras peticiones y nuestra misión de exigir un diálogo y forzar que ocurra. Pero no me quieren allí, porque no quieren dialogar. No quieren tener que hablar conmigo, aunque ellos tengan el poder y a mí me metan en la cárcel.
– En aquel entonces murieron centenares de personas. ¿Se siente culpable como superviviente? ¿Qué es lo que le impulsa a seguir?
Wuer: Sí, nunca lo superaré, pero es una suma de muchas cosas. Echo de menos a mis padres, así que la nostalgia es uno de los motivos. También lo he descrito como la sensación de ser el capitán de un barco hundido, que siempre estará ahí. A veces un sentimiento es más fuerte que el otro, y ahí vienen nuestros ideales, nuestra labor. Nosotros, la generación de Tiananmen, crecimos idealistas. Lo fuimos desde muy temprano, queríamos liberar al mundo con la maravillosa idea del comunismo. La idea se hundió hace tiempo, pero lo que hoy nos convierte en idealistas es la idea de libertad.
– ¿Qué siente ahora que se acerca el 25 aniversario?
Wuer: Ya hace cinco años, cuando se conmemoró el vigésimo aniversario, me sentí confundido. Era 2009, poco después de los Juegos Olímpicos de Pekín, poco después de la Expo Mundial de Shanghai. Era la época de la crisis financiera, todo el mundo miraba a China como el salvador que podía sacarlos del agujero. Así que es comprensible por qué me sentí tan desamparado en aquel entonces. China consigue lo que quiere, fuerza al mundo a aceptar sus valores. Con éxito. Hoy, cinco años después, ¿ha cambiado algo? No, El tiempo que he vivido en el exilio es ya mayor que el que pasé en China. Sufro mucho. No puedo cambiar nada. Pero mi tristeza no es comparable a la de las madres de Tiananmen. Los familiares cuentan los días desde que se fueron sus seres queridos.
– Den Xiaoping está muerto y otros de los responsables ya no están en el poder. ¿Por qué los nuevos líderes como Xi Jinping no son capaces de abordar este oscuro capítulo?
Wuer: El problema es que el actual régimen comunista se ha convertido en una comunidad de intereses. Una unión de «principitos» (hijos de líderes) y tecnócratas convertida en grupo dominante se beneficia del poder. Hoy China habla de luchar contra la corrupción, el mundo lee sobre políticos como Bo Xilai y Zhou Yongkang. Sí, son corruptos desde el punto de vista occidental, porque se han enriquecido ilegalmente. Pero la gran corrupción en China es en realidad la corrupción legal y sistémica.
– En 1989 creía que el sistema tenía que reformarse desde dentro. ¿Lo cree todavía?
Wuer: Tengo que creerlo, pero sin demasiadas esperanzas. Aunque ya sucedió una vez, con la política de reforma y apertura.
– ¿Qué reformas son necesarias a su juicio?
Wuer: Creo que la cúpula podría optar entre tres direcciones. La más sencilla sería introducir elecciones libres en cada circunscripción, a fin de llevar la democracia a las bases. China es un imperio enorme, hay unas 3,000 circunscripciones que deberían elegir a sus propios delegados. Así, la cúpula sólo tendría el problema de controlar a 3,000 delegados electos, en lugar de a más de 1,000 millones de personas. El Partido Comunista tiene que entender que la democracia resuelve problemas. En las circunscripciones es donde se construye el tejido social, se distribuye el bienestar y se resuelven las contradicciones. Mi segunda propuesta sería un sistema judicial independiente. Y la tercera, libertad de prensa. Cualquiera de las tres reformas salvaría al Partido Comunista.
– ¿Cómo deberían comportarse el resto de países con China?
Wuer: El mundo se arrodilla ante China. Al contrario que las empresas, los gobiernos no deberían tener fines lucrativos, sino ser guardianes de la libertad. Los políticos deberían defender la libertad. Nuestra tarea como chinos es luchar por la democracia, pero Occidente no debería apoyar al bando equivocado. ¡Exijan derechos humanos! ¡Exijan valores y esperen una respuesta! Eso les pido.