Dos jóvenes daneses descubren si son suficientemente rudos para el único equipo militar de perros de trineo en el mundo.
Estaba oscuro cuando Jesper Olsen cayó. Oscuro y frío. Durante el invierno en el norte de Groenlandia no hay siquiera un rayo de sol en más de tres meses. La temperatura promedio es de 31 °C bajo cero. El viento es brutal. Jesper estaba preparado para el clima, así como para los perros rebeldes, el trineo sobrecargado, el terreno escabroso y los delgados esquíes.
Incluso para caerse. Lo que Jesper no anticipaba era que cuando cayera rodando por la ladera salpicada de rocas, su cuchillo saldría de la funda de cuero y giraría con mala suerte perfecta. Jesper cayó sobre él. La hoja le perforó el muslo derecho.
Su compañero, Rasmus Jørgensen, no vio el accidente. Rasmus se había adelantado un poco; la linterna de su casco emitía un haz que cortaba la oscuridad en medio de los picos monolíticos y la pálida línea costera. Antes de perder el equilibrio, Jesper se había colocado detrás del pesado trineo y los 13 perros, sujetándose a las líneas guía en un intento por controlar el descenso del equipo.
Ahora estaba tumbado en la tundra cubierta de hielo, con un tajo en sus pantalones de esquiar y sangre escurriendo por su pierna. Estaban 800 kilómetros al norte del círculo polar ártico, en uno de los lugares más solitarios e inhóspitos de la Tierra.
Seis años atrás, jesper había sentido el deseo de explorar Groenlandia, un protectorado danés desde 1721. Entonces él era un sargento de 23 años de la Guardia Real danesa que supervisaba las tropas en tres de los palacios de la reina de Dinamarca.
Su uniforme incluía un enorme gorro de piel de oso y una chamarra con botones brillantes de latón. Esa no era la ambición de su vida. Jesper, que tiene ojos azul pálido, pelo rubio cenizo y complexión atlética natural, ansiaba aventura. «Me gusta exceder mis límites», explica.
No fue sino hasta 2008, que Jesper tuvo el valor de presentar una solicitud para integrarse a una fuerza especial de élite, famosa en Dinamarca por llevar a sus soldados al límite de la privación autoimpuesta y de su fortaleza mental. Decidió intentar ingresar a Sirius.
Durante más de 60 años, a Sirius se le ha confiado el patrullaje de los 14,000 kilómetros de costa al noreste de Groenlandia. El equipo de 12 hombres visita cada centímetro de la agrietada y rugosa línea costera por lo menos una vez cada cinco años, dando apoyo formal a la soberanía danesa de acuerdo con las convenciones internacionales.
Sirius es la única patrulla militar de perros de trineo en el mundo. El trabajo «con un salario bajo y sin días de descanso» implica viajar con un compañero y un equipo de perros durante 26 meses por más de 8 000 kilómetros. Las lesiones son prácticamente inevitables, al igual que el hambre, el agotamiento y las lesiones por congelación.
@@x@@Los miembros del equipo se ven acechados por osos polares. No hay oportunidad de visitar a la familia o a los amigos, no hay lugar para citas, ni siquiera llegan a ver un árbol. Jesper aprobó una serie de exámenes físicos y psicológicos que ayudan a filtrar a los solicitantes para Sirius. Solo se eligen seis personas cada año para reemplazar a los patrulleros que van de salida.
Las mujeres tienen derecho a solicitar su ingreso, aunque ninguna lo ha hecho. Los aspirantes deben ser menores de 30 años. Se sometió al régimen de entrenamiento de ocho meses. Aprendió todo, desde meteorología hasta técnicas de caza y medicina veterinaria; memorizó la forma de más de 600 fiordos y picos a lo largo de la costa de Groenlandia en caso de que llegara a perder su mapa.
Como parte de su entrenamiento final, se zambulló en agua helada para simular un desastre en trineo y después vivió durante cinco días con tan solo una pequeña bolsa de provisiones de emergencia; durmió en una caverna de nieve que él mismo cavó con una taza de hojalata y cazó liebres del Ártico o bueyes almizcleros para comer.
Por fin, en julio de 2010 se presentó a servicio en la base Sirius del noreste de Groenlandia, una serie de edificios rectangulares conectados entre sí con cuerdas para facilitar el tránsito durante las tormentas de nieve, incrustados en una franja de tierra solitaria. Oficialmente ya era un patrullero de Sirius.
Encontró a su compañero ideal en Rasmus, patrullero de 28 años con dos de experiencia en Sirius y ex sargento de la Fuerza Aérea, de barba roja desaliñada, con la fuerza de un levantador de pesas y la imperturbabilidad de Buda. Juntos,
en el taller de carpintería de Sirius, construyeron un trineo de cuatro metros; las cuchillas eran de nailon y los tablones estaban unidos con cáñamo en vez de clavos para obtener la máxima flexibilidad.
Lo llamaron Sol Negro. Trabajaron con sus perros hasta que consideraron que formaban una unidad cohesiva. A mediados de octubre, cuando el mar se congeló -viajar en trineo frente a la costa es la manera más eficiente de hacerlo- cargaron el Sol Negro con 370 kilogramos de provisiones y partieron desde la base por una ruta previamente trazada por oficiales militares daneses.
Con los otros cinco equipos, Rasmus y Jesper actúan como los únicos guardabosques del Parque Nacional del Noreste de Groenlandia, brindando apoyo a las expediciones científicas o deportivas en el parque nacional más grande del mundo, hogar de enormes manadas de bueyes almizcleros y osos polares.
Sin embargo, en el cuarto día de su primer viaje, Jesper se apuñaló a sí mismo la pierna. Tirado en la nieve, con el dolor recorriéndole el cuerpo, deseaba fervientemente que su sueño de ser patrullero Sirius no se desvaneciera habiendo apenas empezado. En unos momentos se convenció de que la herida era manejable.
Pensó que quizá había aterrizado sobre una roca. Durante su intenso entrenamiento, había aprendido a mantener la compostura a toda costa, sin importar lo peligrosa que fuera la situación, y lo habían adoctrinado con los principios de Sirius: mientras se esté en el hielo, en la medida de lo posible, lo mejor es seguir en movimiento.
@@x@@Así, sin siquiera mirar la herida, sin darse cuenta aún de la rajadura en sus pantalones o de la sangre que le salía por ella, Jesper se puso de pie. Recogió su cuchillo. Él y Rasmus intercambiaron apenas unas cuantas palabras. «¿Estás bien?». «Sí».
Después, cada hombre sujetó una de las cuerdas amarradas al trineo y se colocaron firmemente en sus esquíes. «¡Ya!», gritó Rasmus. Los perros tensaron las cuerdas y los hombres y el trineo se sacudieron violentamente hacia adelante. El viaje en trineo de perros existe donde el caos y la habilidad cruzan caminos.
Para mantener el equipo en movimiento, Jesper y Rasmus interactúan continuamente con sus perros: les silban, los regañan, los sobornan o les hacen fiesta. Cruzaban una península llamada Hochstetter Forland, rebotando sobre las rocas, subiendo con esfuerzo las colinas y deslizándose cuesta abajo. El avance normal en trineo es de menos de ocho kilómetros por hora.
Cuando Jesper cayó, habían avanzado poco más de la mitad de la meta del día, 34 kilómetros, parte de una expedición circular de 1 100 kilómetros en mes y medio al norte de la base de Sirius, la más corta de las tres que tenían planeadas para el año.
Un día de andar en trineo de perros es un trabajo constante y demanda toda la atención; Jesper apenas tuvo tiempo de preocuparse por su pierna punzante. Detenerse a comer no era una opción. Los hombres tomaron unos sorbos de agua y los perros lamieron la nieve. Si el equipo no está sincronizado, un trineo de Sirius podría sentirse como un cuerpo con 13 cabezas.
Los perros, amarrados en pares a lo largo de una línea, a veces se ponen tercos y se echan. Hay peleas, celos, intereses amorosos: el equipo de Jesper y Rasmus incluía dos hembras. Los perros pueden trabajar juntos de manera armoniosa un minuto y al siguiente convertirse en una bola de gruñidos, piel destrozada y nieve manchada por gotas de sangre.
«Es como volver a ser policía. Cuando el pandemonio se desata -explica Jesper- hay que intervenir y separar a los perros». En esta era militar moderna de vehículos Humvee y tanques Abrams, no hay nada que supere al trineo de perros para recorrer las grandes distancias en Groenlandia, donde un motor descompuesto podría ser mortal.
En muchas ocasiones, los perros han salvado la vida de los patrulleros. Andar en trineo durante la noche interminable, especialmente en la niebla, a veces se lleva a cabo a ciegas. Los perros se detienen al borde de precipicios y se niegan a moverse, aun cuando se les azuce. También emiten un sonido especial para advertir que hay un oso polar cerca: un gruñido sibilante, que les informa a los patrulleros que deben estar alertas.
Aunque jesper y rasmus estaban en la primera semana de su viaje inaugural, ya habían acordado un estilo particular. Algunas parejas de Sirius prefieren viajar ligero y rápido. Jesper y Rasmus representan al enfoque lento y cálido: llevaban toda la ropa que querían y nunca se preocuparon por sacrificar una comida caliente.
@@x@@Dice Rasmus que su lema es «nunca te quedes sin combustible». Así que no había prisa en su recorrido por Hochstetter Forland. La paciencia y la precisión eran más importantes que la velocidad. Un error de cálculo en el norte lejano puede ser peligroso: si los guantes se dejan en el lugar equivocado por un instante pueden salir volando. «Si no haces las cosas correctamente, puedes recibir un castigo», explica Rasmus.
La única muerte accidental en la historia de Sirius, en 1968, ocurrió cuando un patrullero se separó de sus compañeros en un viaje de entrenamiento, se perdió en medio de una tormenta de nieve y no pudo sobrevivir solo. Al final del día, Jesper y Rasmus detuvieron el trineo y comenzaron una rutina coreografiada con precisión.
Las luces del norte brillaban en lo alto del cielo con tonos neón rosas y verdes. Jesper colocó la tienda de campaña -algunas noches acampaban y otras dormían en cabañas dispersas a lo largo de la costa-, después desenrollaron las bolsas de dormir ultraaislantes y encendieron las estufas dentro del albergue bien ventilado. Rasmus amarró los perros con sumo cuidado y se aseguró de que estuvieran lo suficientemente separados para evitar el contacto.
Después pasó un poco de tiempo con cada uno. «Se convierten en tu familia», dice Jesper. Rasmus abraza a su orgulloso perro líder, Johan; a la alegre hembra, Sally; al pendenciero residente, Indy, y a su leyenda, Armstrong, que cumplía su décimo invierno como perro de trineo, un récord en Sirius, el doble de servicio que la mayoría de sus perros.
Armstrong ha tirado un trineo por lo menos durante 40,200 kilómetros, más de una vuelta alrededor del ecuador. Rasmus sabía que Armstrong se acercaba al final de su carrera. En Sirius no hay lugar para perros jubilados y no se pueden adoptar: sería como tener un lobo de mascota. Hay que sacrificarlos, y son los propios patrulleros deben hacerlo con sus pistolas.
Tanto Rasmus como Jesper dicen que es la parte más difícil del trabajo. En el interior de la tienda de campaña las estufas arden a todo lo que dan; Jesper y Rasmus por fin entran en calor. A 40 °C bajo cero los materiales como el plástico se vuelven tan quebradizos como el vidrio.
Alrededor de los -50 °C los perros empiezan a padecer llagas abiertas en sus patas por lo filoso de la nieve. A los -55 °C hay que detenerse y acampar. La cena era un guisado de sopa de tomate, pasta, queso crema y salchichas miniatura de lata. Algunos patrulleros bajan hasta 14 kilos durante el invierno.
Las relaciones entre los patrulleros -que durante buena parte del año son los únicos humanos que verán- no siempre son amistosas. Pero una vez en el hielo no hay oportunidad de divorciarse. Jesper y Rasmus eran un equipo armónico. Mientras el guisado estaba en el fuego, Jesper por fin tuvo oportunidad de examinar su herida.
Se quitó con trabajo los pantalones de esquiar y solo entonces vio la profunda cortada en su pierna y la sangre que se había derramado ?y seguía saliendo?, y por fin comprendió que había caído sobre su cuchillo. Jesper apenas reaccionó. Después de todo era un patrullero Sirius. Simplemente sacó el equipo de primeros auxilios, limpió la sangre y se aplicó la curación.