Puede suceder después de un hecho aciago -una guerra civil, un desastre natural, una toma de poder cruenta- o insinuarse de manera paulatina.
Puede suceder después de un hecho aciago ?una guerra civil, un desastre natural, una toma de poder cruenta? o insinuarse de manera paulatina. Pero cuando una nación se está malogrando, uno lo ve en los ojos de su gente. Más de 1,000 millones de personas viven en países en riesgo de desmoronarse.
Algunos líderes pierden control sobre su territorio y se aferran a las capitales mientras los caudillos gobiernan las provincias. Muchos gobiernos son incapaces o están poco dispuestos a proporcionar los servicios más elementales; la mayoría padece corrupción y degradación del medio ambiente.
Esos Estados inestables son un riesgo no sólo para sí mismos, sino para todo el mundo. Incuban terrorismo, organizaciones criminales y extremismo político. La geografía puede hacer a un país más vulnerable a la inestabilidad: sólo por estar en una mala zona, corre riesgo; la guerra en Irak, por ejemplo, mandó una oleada de refugiados a la contigua Siria.
Las naciones con poblaciones enormes, como Bangladesh, enfrentan dificultades especiales. Pero eso también les ocurre a países extensos como Chad, cuyo tamaño derrota a la infraestructura. Las naciones sin salida al mar con suelos áridos luchan por la autosuficiencia.
Sin embargo, países con abundantes recursos naturales, como la R. D. del Congo, no siempre salen adelante. En lo que se llama maldición de los recursos, la abundancia de petróleo o diamantes puede generar la competencia por su control. Es posible que las tensiones históricas y culturales también asolen a las naciones.
En ningún lugar es más evidente que en África, donde se ubican los cinco países que este año ocupan los primeros lugares en el Índice de Estados Fallidos, compilado por el Fondo para la Paz. «El dibujo colonial de fronteras arbitrarias en límites étnicos e incluso topográficos crearon Estados artificiales», señala Pauline H. Baker, presidenta del Fondo.
Esos regímenes suelen dedicar más energía a consolidar la autoridad que a fomentar las identidades nacionales y fortalecer las instituciones de gobierno. Un país africano que ha triunfado sobre su legado colonial es Senegal. «Se ha beneficiado de un liderazgo progresista», continúa Baker.
De hecho, el factor más importante para garantizar la estabilidad de un Estado es la buena gobernabilidad, señala Ken Menkhaus, especialista en ciencias políticas. Establecer el régimen de derecho, con instituciones que lo apoyen, «contempla condiciones previsibles para invertir y desalienta la aparición de insurgencias armadas».
El apoyo de organismos como el Banco Mundial y la ONU tiene una trayectoria variada. Las historias de éxito más asombrosas son de países como India y Sudáfrica, que se reformaron desde dentro. Como lo ilustran las experiencias estadounidenses recientes en lo que se refiere a la «construcción de nación», promover la estabilidad política mediante la intervención militar exterior no es fácil.
Irak y Afganistán ocupan los lugares sexto y séptimo como los Estados más precarios del planeta. Además está Somalia, nación cuya geografía, historia y dinámica de clanes le otorgan la penosa distinción de encabezar el índice por dos años consecutivos.
Hay poco consenso sobre lo que significa una calificación alta para el futuro de un país. Colombia, por ejemplo, carece de control sobre partes de su territorio. Entonces, ¿ha fracasado? La sangrienta secuela de las elecciones en Kenia en el 2007 hizo que el país pasara del lugar 26 al 14 en el índice del año.
Pero ¿esta recaída pronostica el fracaso de Kenia, con su efervescente clase empresarial? Tarcisius Kabutaulaka, de la Universidad de Hawai, dice que es fácil olvidar que muchos países han tenido historias turbulentas. «Estados Unidos se construyó del caos, de la guerra civil. Y ahora esperamos que el resto del mundo adopte nuestras instituciones, pero sin violencia y en poco tiempo».
A fin de cuentas, la pregunta de si un Estado está fracasando quizá la conteste mejor su propio pueblo. Si sus ojos dicen «nos han abandonado», han pronunciado un veredicto.