Las señales no verbales nos ayudan a superar barreras del lenguaje, pero con frecuencia están llenas de matices culturales.
Cabecear, por ejemplo, puede significar «sí» o «no». Lo que parece un amistoso gesto de pulgares para un estadounidense, puede insultar a un afgano. Y en los países mediterráneos, los abrazos o besos son una forma normal de saludo público, mientras que en Japón este contacto físico cercano resultaría ofensivo.
Los sociólogos señalan que el contexto es crucial -quién hace el gesto, cómo y en qué situación- y las definiciones generalizadas solo pueden aplicarse en entornos multiculturales hasta cierto punto. Ante la duda, lo mejor es dejar las manos quietas.