El ánimo de vengarse ha incrementado la participación femenina en las fuerzas peshmerga.
«Lucharé hasta la última gota de sangre contra los ‘terroristas’. Defenderé mi patria y a mi pueblo. Ellos están por encima de mi propia vida», afirma con pasión Chya Hasib. La joven recluta de 23 años se encuentra en los últimos días de instrucción en la Academia militar de Suleimanya donde, junto con otras 50 compañeras, se entrena desde hace dos meses para enfrentarse a los yihadistas del Estado Islámico.
«Estoy preparada para acudir al frente y luchar a los ‘terroristas’. Mi sitio está al lado de los hombres. Combatiendo y luchando. Y si tengo que morir, moriré como una mártir y mi nombre será recordado y honrado por mi pueblo», asevera la soldado dejando claro que no tiene miedo ni a la guerra ni a la muerte. «Todos moriremos. Antes o después, pero todos acabaremos muriendo. Si tengo la posibilidad de dar mi vida por mi pueblo lo haré», sentencia.
En menos de una semana Chya Hasib y sus compañeras de promoción estarán combatiendo en Kirkuk, Taza, Jalawla o Duquq. Estos frentes son los más activos en el Kurdistán y donde los combates y las escaramuzas están a la orden del día. Unos cientos metros separan las trincheras de los peshmergas de las de los yihadistas. Lugares desde donde se puede ver con nitidez las banderas negras del Estado Islámico ondeando al viento.
Pero, a pesar de la peligrosidad, en todos hay mujeres peshmerga combatiendo hasta el último aliento contra los islamistas. «Las mujeres kurdas son tan válidas para combatir como cualquier hombre. Somos tan valientes como ellos. En la guerra, el sexo es lo menos… Lo importante es tener el dedo firme en el gatillo y apretarlo cuando es necesario», comenta la coronel Nahida Ahmad Rashid, responsable de la instrucción de las mujeres en la Academia militar de Suleimanya.
Las peshmerga, que en kurdo significa «los que no temen a la muerte», son famosas en todo el Kurdistán por su valentía, templanza y ferocidad en el combate. Las historias de sus hazañas son rememoradas por las reclutas que ahora esperan su oportunidad para convertirse en parte de la historia. «En la ciudad de Jalawla, durante la ofensiva, el pelotón de las mujeres saltó de la trinchera para seguir avanzando posiciones mientras los hombres se quedaban detrás y las miraban resguardados tras los sacos terreros», recuerda la coronel.
Recomendamos: Odio religioso
La barrera entre mito o realidad es muy difusa en una guerra donde las leyendas o los cuentos para subir la moral están a la orden del día, pero lo que es indiscutible es que tras la aparición del Estado Islámico cientos de mujeres han comenzado a acudir a los diferentes centros de reclutamiento a alistarse.
«Seguía lo que estaba ocurriendo por televisión y escuchaba los testimonios de las cristianas o las yazidies que habían sido violadas o vendidas cómo esclavas y no dudé en alistarme para poder defenderme en caso de que entrasen en mi ciudad», comenta Layla Sidid, de 22 años.
La joven, estudiante universitaria en Erbil, no dudó en dejar sus estudios de magisterio y empuñar un fusil de asalto. «No respetan la vida humana y si consiguen romper nuestras líneas y entrar en el Kurdistán nos harán lo mismo a nosotras. Yo no voy a permitirlo. Me defenderé hasta la muerte si es preciso pero no me cogerán sin pelear», finaliza la joven recluta.
Desde los años 70, la presencia de las mujeres kurdas en las filas peshmerga ha sido una constante. Pero en los últimos meses el efecto llamada se ha multiplicado por 10, y en la actualidad hay cerca de 1,000 soldados repartidas en cuatro batallones.
«Todas las mujeres que quieran entrar a formar parte del nuestro ejército son bienvenidas, pero antes deberán pasar por la instrucción», advierte la capitana Kwestan Mohammad Ali, oficial en jefe de uno de los pelotones que entrenan en Suleimaya.
El ejército «de facto» de la región autónoma del Kurdistán iraquí -administrado por las dos formaciones hegemónicas, el Partido Democrático y la Unión Patriótica del Kurdistán- abrió sus cuarteles al sexo femenino en 1996, pero el fantasma de los yihadistas y su alarmante ofensiva del pasado agosto han sido el aldabonazo definitivo; además, el miedo y la venganza se han convertido en otros factores para que las mujeres acudan a alistarse.
«Ha habido casos de madres, esposas o hermanas de soldados kurdos que han muerto en combate y se han presentado en primera línea con un fusil preparadas para combatir. El problema es que jamás han empuñado un arma. Pero aquí las enseñamos a combatir y las preparamos para que el día que acudan a primera línea no les tiemble el pulso a la hora de arrebatar una vida», afirma la oficial.
Uno de los casos más famosos fue el de una madre de 60 años cuyo hijo fue ejecutado por los yihadistas. «Los islamistas obligaron a llamar a su madre con su propio teléfono y mientras se despedía de ella le degollaron. La mujer lo escuchó todo. Al día siguiente estaba en una trinchera», recuerda la capitana.
Zayra Yousef se coloca la gorra, se ajusta la guerra y se sitúa, junto a sus compañeras, para pasar revista. Zayra tiene 22 años, y su sueño era estudiar periodismo y viajar a Estados Unidos o Inglaterra para poder trabajar en una gran cadena de televisión, pero la guerra la empujó a alistarse.
«Mi padre y mis hermanos son peshmerga y están combatiendo contra los yihadistas en Jalawla, para mí sería un honor luchar a su lado», comenta la joven. La tradición familiar también ha pesado mucho a la hora de alistarse. La mayoría de mujeres tienen un padre, un marido o un hermano combatiendo y ellas han optado por hacer lo mismo.