Un ritual de tres días enteros, sin dormir y en escenarios diferentes.
Cuando el cañón del río San Pedro, en la sierra del Nayar, en Nayarit, es iluminado por la primera luna llena después del equinoccio de primavera, en la comunidad del Rosarito comienza el tiempo sagrado de la siembra, según estudios de Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Inicia así una de las ritualidades más intensas y auténticas del mundo indígena, en la que hasta la fecha se mantienen vivos elementos previos a la evangelización fusionados con otros del siglo XVIII: la Judea Cora: cuando el niño Cristo muere y resucita como símbolo del entierro de la semilla. Después de Semana Santa, la semilla es preparada para penetrar en la tierra, según la interpretación de estudiosos del tema.
El antropólogo Jesús Jáuregui, investigador del INAH, lleva 30 años estudiando el ritual y este año sacará a la luz una publicación con los primeros resultados. «Tres décadas es el tiempo que me ha llevado entender el complejo ceremonial cora», dice.
Para Jáuregui lo importante de su trabajo es comprender a los herederos de las culturas amerindias para a través del conocimiento preservar ese patrimonio intangible.
Días sin dormir
Estudiar la Judea Cora ha significado un reto muy difícil, dijo el antropólogo; son tres días enteros de desarrollo del ritual en escenarios diferentes, entonces es necesario correr de un lado a otro si se quiere observar los hechos desde el ángulo correcto. Prácticamente los coras no duermen durante la celebración.
La Judea Cora forma parte de un gran complejo de teatro nativo desde el valle de Atemajac, hoy Guadalajara, Jalisco, hasta Arizona, en Estados Unidos. Es celebrado por culturas dentro del territorio mexicano, principalmente coras, y por lo menos en 10 asentamientos huicholes, explicó Jáuregui, y detalló que mientras los huicholes enfatizan el asunto de la resurrección, los coras el de la muerte.
Para entender la Judea Cora, lo primero a considerar es que los indígenas no viven un tiempo lineal sino una concepción cíclica del tiempo, por lo que cada año es necesario repetir el ritual y buscar la manera más próxima para reproducirlo como se hizo el año anterior. Los indígenas están convencidos de que su práctica religiosa es una acción que hicieron sus antepasados.
La oscuridad contra la luz
El tiempo de la Judea Cora comienza el miércoles de ceniza y concluye el domingo de resurrección, pero los días santos son exactamente jueves, viernes y sábado. Se trata del enfrentamiento de judíos del bando de la oscuridad contra los judíos del bando de la luz, explica el antropólogo Jesús Jáuregui.
El primer grupo está conformado por el ejército del poniente, formado en dos hileras, al frente de cada una va un capitán y los cabos integran la formación de combatientes. Los personajes principales del bando de la luz son Jesucristo, representado por el crucifijo del templo y un niño, los oficiales del templo, los mayordomos y las imágenes religiosas de la comunidad, así como dos pequeñas que simbolizan a la diosa de la tierra y un conjunto de hombres llamados variceros.
También participan músicos: el pitero, el tamborilero y un personaje encargado de resucitar a los bandos cuando han sido derrotados. Los judíos «se borran», es decir se pintan el cuerpo completo con betún de elote quemado y arcillas blancas y ocres en señal de que dejan de ser lo que son para convertirse en guerreros astrales.
Hay por lo menos 10 representaciones distintas dependiendo de la comunidad, la más difundida es la que corresponde a la parte oriental de Nayarit, donde se encuentra la comunidad de Jesús María, ahí se elaboran máscaras de papel maché como parte del atuendo, mismas que fueron introducidas en 1970.
Jáuregui ha estudiado con más detalle la de Rosarito. A diferencia de otras comunidades, ésta mantiene una estricta disciplina; en otras poblaciones los comerciantes mestizos llegan a vender bebidas alcohólicas y la festividad se torna violenta, principalmente el viernes santo que es cuando los bandos entablan un combate.
En Rosarito se toma extremo cuidado en que los combates sean fingidos para que no haya heridos y sólo pueden entrar extraños a la comunidad mediante un permiso especial de las autoridades tradicionales, porque a partir del miércoles por la noche nadie puede salir ni pasar al poblado hasta la noche del sábado».
Asimismo, en Rosarito hay cinco elementos para caracterizar a los judíos: el machete de madera de cuasina, la cornamenta de venado que portan algunos hombres en la frente, el tejón disecado, la flauta de cinco orificios y el tambor de doble parche, instrumentos privativos del tiempo de cuaresma y semana santa.
Jáuregui refirió que para los coras las estrellas son venados por tratarse de animales nocturnos y los combatientes están considerados guerreros astrales. En tanto el tejón se come las mazorcas de maíz cuando están en la milpa y el maíz representa a Cristo.
Durante los tres días santos hay acciones derivadas de rituales de los evangelizadores como procesiones con las imágenes, velaciones en el templo, las imágenes de santos también mueren con Cristo igual que las varas de mando de las autoridades tradicionales, que durante estos días pierden su poder.
Hay que poner incienso y prender veladoras y velas de cera de abeja, para producir humo sagrado; todo el tiempo los judíos tienen que fumar tabaco y durante el recorrido del niño Cristo, una persona lleva una olla de peltre y brasas quemando chile seco que hace lagrimear a toda la gente. Jesús Jáuregui advirtió que se trata de una religión étnica que busca reproducir al grupo social.