En aldeas del desierto chileno, 250 familias están felices de que el sol cocine su carne de cabra.
En aldeas del desierto chileno, 250 familias están felices de que el sol cocine su carne de cabra. El Programa de Desarrollo de la ONU pagó 110 dólares por la madera para construir cada uno de los hornos solares. El combustible es gratuito; la contaminación, nula.
Las mujeres pueden pasar tiempo con sus niños en vez de recolectando madera. Solar Cookers International estima que entre uno y dos millones de hornos solares se encuentran en aldeas, campos de refugiados y ciudades soleadas. Están por llegar más.
Este año, Jon Bøhmer, un noruego que vive en Kenia, ganó un premio «verde» de 75,000 dólares por idear una versión de horno de caja de cartón, de siete dólares, que puede desinfectar agua y cocer alimentos. Ahora está trabajando para distribuir 10,000 hornos igual de baratos, pero más durables por ser de plástico. Los escépticos podrían cuestionar si el sol es capaz de terminar un platillo.