La evolución mediante la selección natural, el concepto central de la obra de toda la vida de Charles Darwin, es una teoría.
La evolución mediante la selección natural, el concepto central de la obra de toda la vida de Charles Darwin, es una teoría; una acerca del origen de la adaptación, la complejidad y la diversidad entre las criaturas vivientes de la Tierra. Si usted es escéptico por naturaleza, desconoce la terminología de la ciencia e ignora las abundantes pruebas, tal vez hasta se sienta tentado a expresar que es «tan sólo» una teoría.
En el mismo sentido, la relatividad tal como la describió Albert Einstein es «sólo» una teoría. La idea de que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés, ofrecida por Copérnico en 1543, es una teoría. La deriva de los continentes es una teoría. ¿Y la existencia, estructura y dinámica de los átomos? Teoría atómica.
Incluso la electricidad es una construcción teórica, que involucra electrones, diminutas unidades de materia cargada que nadie ha visto nunca. Cada una de estas teorías representa una explicación que ha sido confirmada hasta cierto punto, por medio de la observación y los experimentos, y que reconocidos expertos la aceptan como un hecho.
A eso se refieren los científicos cuando hablan de una teoría: no a una especulación fantasiosa y poco confiable, sino a una afirmación explicativa que se ajusta las pruebas. Aceptan dicha explicación con confianza, pero sólo de manera provisional: la toman como la mejor visión disponible de la realidad, cuando menos hasta que aparezca una mejor explicación o bien, datos incompatibles.
El resto de nosotros por lo general concuerda. Conectamos nuestros televisores a pequeños enchufes en la pared, medimos el año de acuerdo con la longitud de la órbita de la Tierra y, de otras muchas maneras, nuestras vidas se basan en la confiable realidad de esas teorías.