El título de la Copa Mundial podrá ser el honor más codiciado en el futbol, pero hay algo que el país ganador no puede poseer: el trofeo real.
El título de la Copa Mundial podrá ser el honor más codiciado en el futbol, pero hay algo que el país ganador no puede poseer: el trofeo real.
La estatuilla de oro de 18 quilates se ha mantenido casi todo el tiempo bajo llave en un lugar no revelado desde que su predecesor, el trofeo Jules Rimet, fuera escondido debajo de una cama durante la Segunda Guerra Mundial, secuestrado y recuperado a cambio de una recompensa, y después robado en Brasil en 1983.
La estatuilla había sido hurtada por primera vez en marzo de 1966, en una exposición en Londres, donde se jugaría la final ese año. Afortunadamente, un perro llamado Pickles ayudó a su nación a salvar la honra, al hallar y desenterrar el trofeo envuelto en papel periódico en un jardín, lo que le valió ocupar un lugar junto al primer ministro cuando Inglaterra celebró su triunfo en su Copa Mundial ese verano.
No ha vuelto a ganar. El campeón del torneo de sólo conserva una réplica chapada en oro del trofeo posRimet. Pero legiones de aficionados al futbol tuvieron la inusual oportunidad de apreciar de cerca la estatuilla real: el trofeo actual, en uso desde 1974, fue centro de atención en una magna gira por 83 países hacce unos años. "Únicamente jefes de Estado y ganadores de la Copa Mundial pueden cargarlo", dijo un vocero de la FIFA. El resto de nosotros sólo podemos verlo y soñar.