Un fotógrafo de National Geographic quizá tiene el trabajo más envidiado.
Un fotógrafo de National Geographic quizá tiene el trabajo más envidiado. Para convertirse en uno de ellos, un fotógrafo no sólo necesita captar imágenes extraordinarias, sino también debe ser un reportero consumado que pueda ver el mundo a través de una mirada innovadora y capaz de captar sutilezas.
Simon Norfolk, quien fue asignado a fotografiar templos mayas iluminados con reflectores al amanecer y atardecer para el tema de portada de la edición de agosto de 2007, primero utilizó estas técnicas en una antigua iglesia inglesa para demostrar a nuestros editores de fotografía que los efectos de luz en un edificio grande podrían ser espléndidos.
Ken Garret, colaborador veterano de National Geographic y especialista en arqueología, manejó con maestría las luces para transformar recuerdos de museo en hitos históricos inolvidables. Algunos tienen especialidades muy definidas: desde la fotografía de bichos y criaturas microscópicas hasta la de vistas aéreas y paisajes a gran escala.
Un fotógrafo de National Geographic pasará normalmente de ocho a diez semanas en campo. Y para tomar paisajes, otra práctica única: en general fotografían una zona en el transcurso de por lo menos dos estaciones para revelar distintos matices y la evolución de un lugar particular.
Los fotógrafos pueden regresar de sus misiones con unas 20,000 imágenes, pero sólo cerca de 20 entrarán en las páginas de la revista. Un editor de fotografía, de los cuales hay 13, reducirá, junto con el fotógrafo, la selección. Los fotógrafos son una parte integral del proceso de producción. Su labor no termina en el campo, sino en un viaje a las oficinas centrales para deliberar sobre una selección final de imágenes, mostrárselas al editor en jefe y luego llevarlas con el diseñador para colocarlas en la página.
Las imágenes deben crear una narrativa. La primera imagen debe transmitir hacia dónde va la historia y también tiene que ser lo suficientemente espléndida para que el lector, al estar hojeando rápidamente las páginas, se detenga a mirarla. A la mitad de la historia, una serie de fotografías con diferentes perspectivas guían al lector a lo largo de esta: una foto escénica que dé un sentido de ubicación, un retrato que refleje una cultura, acción para darle movimiento a la pieza. Asimismo, la última fotografía debe dejarle al lector un sabor de cierre de la historia: una toma que sugiera esperanza, que vea hacia el futuro o hacia alguna especie de conclusión.