No hay escasez de agua en el planeta azul: sólo de agua dulce. Nuevas tecnologías podrían ofrecer mejores maneras de conseguirla.
Hoy día, 300 millones de personas obtienen su agua del mar o de aguas subterráneas demasiado saladas para beber. Es el doble de personas que hace una década. La desalinización comenzó a tener éxito en los años setenta en el Medio Oriente, y desde entonces se ha extendido a 150 países.
Dentro de los próximos seis años, las nuevas plantas de desalinización agregarán hasta 49,000 millones de litros al día al suministro global de agua, equivalentes a otro río Colorado. La razón del auge es sencilla: al crecer la población y expandirse la agricultura y la industria, el agua dulce -en especial la limpia- escasea.
«El asunto con el agua es que tienes que tenerla -dice Tom Pankratz, editor del Reporte de desalinización de agua, publicación especializada para la industria-. La desalinización no es una forma barata de obtener agua, pero a veces es la única». Y es mucho más barata que hace dos décadas.
El primer método de desalinización -y todavía el más común, sobre todo en países ricos en petróleo a lo largo del Golfo Pérsico- fue la destilación por fuerza bruta: calentar agua de mar hasta que se evapora, dejando atrás la sal, y luego condensarla. El modelo actual, que se utiliza por ejemplo en plantas que empezaron a operar de manera reciente en Tampa Bay, Florida y Perth, Australia, es la ósmosis inversa, donde se hace pasar el agua por una membrana que atrapa la sal.
Bombear agua de mar hasta presiones de más de 70 kilogramos-fuerza por centímetro cuadrado requiere menos energía que llevarla a ebullición, pero sigue siendo costoso. Actualmente hay investigadores trabajando en al menos tres nuevas tecnologías que podrían disminuir aún más la energía necesaria.
La más cercana a la comercialización, llamada ósmosis forzada, lleva el agua a través de la membrana porosa hacia una solución que contiene aún más sal que el agua de mar, pero un tipo de sal que se evapora fácilmente. Los otros dos enfoques rediseñan la propia membrana; en uno, los poros son nanotubos de carbono; en el otro, se usan las mismas proteínas que conducen las moléculas de agua a través de las membranas de las células vivas.
Ninguna de las tres opciones será la solución a todos los problemas de agua del mundo. La desalinización inevitablemente deja un residuo de salmuera concentrado que puede dañar el medio ambiente e incluso el mismo suministro de agua. Las descargas de salmuera son especialmente difíciles de desechar en plantas de desalinización ubicadas tierra adentro.
Además, la salmuera está incrementando el nivel de salinidad en partes someras del Golfo Pérsico. Mientras más salada el agua, más caro es desalinizarla. Más aún, ninguna de las nuevas tecnologías parece lo bastante simple y barata para ofrecer esperanzas a la gente que vive en la pobreza, dice el geólogo Farouk El-Baz, de la Universidad de Boston.
Recientemente asistió a un congreso de la industria de desalinización buscando maneras de llevar agua dulce a la región sudanesa de Darfur, devastada por la guerra. «Pregunté a los ingenieros qué pasaría si estuvieran en un pueblo de 3,000 habitantes y el agua se hallara 30 metros bajo tierra y cargada de sal, y no hubiera electricidad -dice El-Baz-. Se quedaron con la boca abierta».