La minería y el turismo amenazan los sistemas de cuevas de Argentina, según afirman los críticos, quienes temen que estas actividades estén destruyendo ecosistemas subterráneos frágiles y sitios arqueológicos.
La actividad humana es un peligro para estos ecosistemas subterráneos.
La minería y el turismo amenazan los sistemas de cuevas de Argentina, según afirman los críticos, quienes temen que estas actividades estén destruyendo ecosistemas subterráneos frágiles y sitios arqueológicos. «?Existen muchas amenazas y casi ninguna ley para lidiar con ellas», dijo Carlos Benedetto, presidente de la Federación Argentina de Espeleología (FADE), un grupo líder en exploración y ciencia de las cuevas.
«Donde sí existen las leyes, casi nunca se hacen cumplir». Argentina, que cuenta con 300 cuevas registradas e incontables sistemas sin explorar, ha dependido de la minería y el turismo después del colapso de su economía hace 5 años. «La actividad minera afecta a docenas de cuevas en el país», dijo Benedetto.
«Una ley nacional obliga a las compañías a realizar un estudio sobre el impacto ambiental, pero en pocos casos se aplica de manera correcta». Al mismo tiempo, los turistas aumentan el daño al romper estalactitas y estalagmitas de los suelos y techos de las cuevas.
«Las personas no se dan cuenta de que una estalactita se tarda más de mil años en crecer apenas un centímetro», comentó Benedetto y agregó que los investigadores de paleoclima utilizan las formaciones para reconstruir antiguos patrones climáticos de hace millones de años.
Turismo de cuevas
Los expertos afirman que incluso las actividades que parecen inocuas, como pasear por las cuevas, pueden dañar la ecología subterránea. Murciélagos, crustáceos, peces, insectos, arañas, y otras especies que residen en cuevas, se han adaptado a vivir en las condiciones específicas de oscuridad, temperatura y humedad de los ecosistemas subterráneos.
Con cierta cantidad de luz y calor de lámparas y cuerpos humanos, así como otras actividades humanas, la temperatura de la cueva puede incrementar, explica Gabriel Redonte, matemático y geógrafo de Buenos Aires. Redonte señala que el aumento de 1.1 grados Celsius es suficiente para matar algunas especies de la cueva.
Marcela Peralta, bióloga argentina que se especializa en ecosistemas de cuevas, reporta que los turistas también generan corrientes de aire y, de esta forma, dispersan hongos parasitarios y otros microorganismos exóticos. «La actividad turística también interrumpe la hibernación y patrones reproductivos de las colonias de murciélagos, afectando a los microorganismos que dependen de sus desechos», escribió Peralta en un estudio reciente.
Algunos insectos y arañas que habitan las cuevas comparten un linaje con especies africanas e indonesias, conexión que surgió en el pasado cuando los continentes formaban un solo supercontinente.
Cuevas por salvar
La falta de protección legal ha contribuido a que muchos de los sistemas principales de cuevas de Argentina hayan sufrido un daño irreparable. De acuerdo con la FADE, la mitad de la cueva Capillitas en la provincia de Catamarca se destruyó en los años ochenta, luego de que unos mineros descubrieran estalactitas formadas por un tipo raro de cristal conocido como rodocrosita.
Los artesanos lo arrebataron rápidamente para fabricar joyería. «Ahora la cueva está arruinada para siempre», lamentó Benedetto. En los años noventa, compañías turísticas instalaron generadores, cables eléctricos y escaleras de acero en la famosa cueva de Las Brujas, que se encuentra en la provincia Mendoza. El agua estancada oxidó las escaleras y contaminó la cueva.
«Se adaptó para turismo sin tomar en cuenta los estudios espeleológicos que se han realizado durante varias décadas», señaló Redonte. «Los estudios se realizaron sólo después de que el daño era evidente». Redonte apunta que algunas cuevas, como la de Cuchillo Cura en la provincia de Neuquén, han sido protegidas bajo la ley argentina.
Por otro lado, la Cueva de las Manos fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO. La cueva conserva pinturas rupestres de algunas de las primeras sociedades sudamericanas. Imágenes de manos impresas en los muros probablemente fueron elaboradas por comunidades que habitaban la región hace unos 13,000 años.
«Pero la mayoría de las cuevas del país no se vigilan», explicó Redonte. «Aunque está prohibido por la ley argentina, los particulares, dueños del territorio donde se localizan las cuevas, realizan las operaciones turísticas». Las quejas de Redonte no son las únicas y los gobiernos provinciales de Mendoza y Neuquén han respondido al aprobar leyes para controlar el daño causado por la minería de piedra caliza y yeso.