Los virus que nos infectan no se pueden propagar sin nosotros. Hallar células humanas huésped podría derivar en fármacos que paren pandemias.
Atacarlas donde viven
En los meses que siguieron a la aparición de la influenza AH1N1, la primavera pasada, las autoridades sanitarias informaron sobre los primeros casos resistentes al oseltamivir. No sorprendió a nadie. En el invierno anterior, la mayoría de casos de influenza estacional también eran resistentes al medicamento. ¿Por qué no tenemos antivirales tan efectivos como los antibióticos contra las bacterias? Los virus son más volubles.
Mutan tan rápido que no los podemos alcanzar ni con nuestros fármacos mejor diseñados. Pero los investigadores ahora trabajan sobre una nueva estrategia que evitaría futuras pandemias y crearía el antiviral equivalente a la amoxicilina. La idea es simple: en lugar de atacar directamente el virus, dirigirse a las células huésped que infecta.
Las bacterias son organismos equipados para duplicarse. Los antibióticos atacan ese mecanismo. Pero el virus es un parásito: invade la célula y se adueña de su maquinaria para hacer copias de sí mismo, miles de ellas a la vez, lo cual significa que tiene miles de oportunidades de mutar y desarrollar resistencia a algún medicamento.
Uno que inutilice la parte de la célula humana que ayuda a que el virus se reproduzca, en cambio, podría detenerlo con poco riesgo de resistencia. «Si se puede identificar una función del huésped que todos, el VIH, la influenza y el ébola, requieran, tendríamos un fármaco que funcione contra los tres, un antiviral de amplio espectro», dice Michael Kurilla, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID por sus siglas en inglés).
La clave reside en encontrar el lugar indicado, un gen y la proteína que codifica, que la célula humana no necesite pero el virus sí. El ADN humano contiene más de 20,000 genes, pero en cualquier célula en cualquier momento, la mayoría está latente. Algunos, por ejemplo, sólo se activan durante el desarrollo embrionario.
Con la decodificación del genoma humano, los investigadores pueden buscar objetivos sistemáticamente, desactivando genes individuales en muchas células y observando lo que ocurre. Zirus, compañía de Buford, Georgia, utiliza un proceso de tres pasos (véase la ilustración inicial). Empieza infectando células con un retrovirus inofensivo, que se empalma al azar en el ADN humano y noquea el gen que interrumpe.
Otros grupos están desactivando genes con fragmentos de ARN compatible. Si la célula sobrevive sin ese gen en particular, y además es resistente a la infección, esa combinación de gen-proteína es un sitio prometedor para el fármaco. El primer medicamento de este estilo, el Maraviroc, de Pfizer, ya se está utilizando como tratamiento para infecciones de VIH.
Bloquea la proteína de la superficie celular que actúa como receptor para el virus. NexBio, empresa de San Diego, ha empezado las pruebas clínicas de un compuesto llamado Fludase que inactiva los receptores a través de los que la influenza AH1N1 y la estacional entran a las células respiratorias.
NIAID está apoyando esta investigación. «A lo largo de los siguientes 20 a 30 años habrá una modificación en el paradigma de cómo nos enfrentamos a las enfermedades infecciosas -dice Kurilla-. Creo que esto será emblemático de la medicina del siglo XXI».